miércoles, 30 de septiembre de 2009

El Moreno peronista

Los centros conspirativos que estaban activos antes de Mayo de 1810, eran la Sociedad Patriótica, el Club de Marco, y Logia Independencia. Esta última, guiada por Julián Álvarez, fue la que entramó la llegada de San Martín, Alvear, Zapiola y Chilavert, quines a bordo de la fragata Canning se trasladaron de Londres a Buenos Aires, en 1812. La transformación rioplatense encarada por Mariano Moreno en sus diez meses más profundos, contó con la colaboración de aquellos conjurados.Historiadores nacionalistas peronista, ven en Moreno el hombre que comenzó la síntesis de lo nacional latinoamericano con el Iluminismo y la Enciclopedia. Interpretan a un Moreno proteccionista así como ven a un San martín industrializador estatizador pues estableció una única aduana y expropió a las familias ricas, animales y bienes para el Ejército libertador. El mismo plan económico del "Plan de Operaciones" de Moreno y la estatización cuyana de San Martín, sostienen, se concretó en el Paraguay de los López, motivo por el cual el Imperio británico lo hace destruir utilizando los ejércitos esclavista del Brasil y de la Argentina de Mitre. Verán también el rostro de Moreno en el yrigoyenismo y el socialismo. El diputado Albrieu, del primer peronismo, sostuvo que la línea histórica nacional se expresaba en la trilogía: Moreno - San Martín – Perón; una forma de diferenciarse del nacionalismo católico reaccionario.Sobre lo que hay mayores coincidencias en la historiografía moreniana, es en que Moreno representaba a los sectores radicales contra la reacción absolutista, planteaba en la práctica, la idea de la Nación en armas, tal lo expresado en el Plan de Operaciones. Se enfrentaba a los intereses de los comerciantes monopolistas encabezados por Alzaga, que veían tanto en el intercambio libre con los ingleses como en el triunfo del partido morenista, la extinción de sus privilegios políticos y comerciales. Otro frente lo constituían los comerciantes importadores y los productores de cuero; y no podemos soslayar a Rivadavia, un fundador del unitarismo y adelantado mitrista.
Moreno fue derrotado políticamente y debió embarcarse 24 de enero de 1811. Con su alejamiento del poder se cerraba la revolución nacionalista de la Revolución de Mayo. Murió el 4 de marzo, cerca de la isla de Santa Catalina, en circunstancias envenenadamente sospechosas. Contaba con sólo 32 años de edad.
Por: Juan Carlos Ramirez

viernes, 25 de septiembre de 2009

Allá, donde la Revolución de Mayo estalló en junio

El derrocamiento del virrey Cisneros provocado por sectores patriotas de la sociedad porteña, ingresó a la historia como un acontecimiento trascendente que involucró a toda la nación. No obstante esta percepción colectiva que la historiografía ha consagrado, no quedan dudas de que se trató de un movimiento protagonizado, durante aquel 25 de mayo de 1810, por los habitantes más destacados de la ciudad de Buenos Aires. En las décadas siguientes, la conmemoración del magno suceso, tanto en la capital de la República como en las ciudades y los pueblos del interior, se fijó en dicho día y mes. Paradójicamente, dada la vastedad territorial y los precarios medios de comunicación y transporte disponibles a principios del siglo XIX, en el resto del ancho y largo país de los argentinos la denominada “Revolución de Mayo” en forma explícita tuvo lugar en junio, lo que constituye un curioso galimatías no sólo cronológico. En 1810 Mendoza era una próspera ciudad comercial de 18.000 habitantes que junto a las localidades de San Juan y de San Luis conformaba la Intendencia de Cuyo, región que fuera puesta bajo la dependencia del gobernador de Córdoba a poco de crearse, en 1776, el Virreinato del Río de la Plata. Con anterioridad, Mendoza había formado parte del Reino de Chile, con cuyo pueblo mantenía fluidas relaciones, tanto económicas como culturales y sociales. Por su parte, la nueva estructura jurisdiccional contribuyó a incentivar los negocios y el tráfico entre los mendocinos y el ya floreciente puerto de Buenos Aires. Por entonces, una tropa de carretas tiradas por bueyes o una recua de mulas cargada de mercaderías y correspondencia demoraba más de dos meses en atravesar la distancia que separa ambas ciudades, a razón de 2-3 leguas de marcha diaria, aunque “reventando caballos” el periplo podía reducirse a 12 o 15 días. Por ello, no debería sorprender que el 25 de mayo de 1810 en Mendoza, así como en otros tantos lugares del interior proto-argentino, no haya pasado nada digno de mención. Tampoco hubo hechos destacables el 26 ni el 31 de mayo. Recién durante la segunda semana de junio de aquel frío otoño cordillerano, habían llegado rumores dispersos relacionados con la caída del régimen monárquico en la metrópolis española y con la existencia de cierto alboroto cívico en Buenos Aires, la capital virreinal. En tierras andinas, mientras tanto, había que esperar al 13 de junio para que el proceso de transformaciones iniciara su marcha. En la noche de aquel día 13 arribó a Mendoza un jinete uniformado que traía la noticia oficial de la destitución del virrey y de la formación del primer gobierno criollo en el Río de la Plata. Manuel Corvalán, comandante de fronteras, era el portador de la novedad que fue comunicada de inmediato a las autoridades del lugar. Como es de suponer, la información que había llegado a la hasta entonces apacible villa era fragmentaria e, incluso, contradictoria, dado que el bando emitido por la Junta Provisional, por un lado se hacía cargo de la acefalía del gobierno español producida en la península ibérica y, por el otro, hacía votos de incondicional fidelidad y obediencia al rey Fernando VII, a la sazón cautivo de las tropas napoleónicas, contradicción que -dicho sea de paso- formó parte de la retórica patriótica durante buena parte de la gesta emancipadora. Por Gustavo Ernesto Demarchi (Diario Crítica de la Argentina,23-05-2007)

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Provisionalidad de los gobiernos centrales.

En el transcurso de los 10 años que median entre la Revolución de Mayo (1810) y la caída del poder central (1820) se reunieron dos asambleas con carácter constituyente (1813, 1816-1819). Sólo una de estas asambleas produjo un texto constitucional: el Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sud-América en 1819 que fue rechazado por las provincias debido a su carácter centralista. Los gobiernos revolucionarios que se sucedieron en esos años se constituyeron así en soluciones provisorias destinadas a durar hasta que se reuniera la asamblea constituyente que definiría y organizaría el nuevo Estado. De modo que la organización política del conjunto de los "pueblos" rioplatenses permaneció indefinida. Esta provisionalidad conllevaba una indefinición respecto a rasgos sustanciales; a saber: el de los fundamentos nacionales de los gobiernos centrales, los límites territoriales de su autoridad o sus atribuciones soberanas.
Pero hubo un instrumento preconstitucional que fijó provisoriamente las bases para la organización del nuevo Estado, el Reglamento Provisorio para la Administración y Dirección del Estado del 3 de diciembre de 1817 y que tuvo considerable trascendencia en todo el territorio. Muchas de sus disposiciones permanecieron vigentes en los pueblos luego de la caída del poder central, en la medida en que no fueron reemplazadas por leyes o textos constitucionales propios. No obstante, si este proceso pudo haber sido considerado por los gobiernos centrales y sus aliados en el Interior como una primera etapa hacia la organización de un Estado unitario, el hecho es que en distintos momentos del proceso los pueblos oscilaron entre la simple autonomía, la unión a los gobiernos centrales y las propuestas confederales de Artigas.
En la historiografía argentina se solía interpretar las expresiones autonómicas de los pueblos como resistencias de los partidarios del antiguo régimen contra los partidarios de un nuevo orden encarnado en los gobiernos revolucionarios. Otra interpretación vinculó esas expresiones con los efectos sociales de la guerra de independencia: los descontentos se habrían generado en todo el territorio del ex-Virreinato por los esfuerzos financieros exigidos desde Buenos Aires. Una tercera interpretación las ubicó como tempranas manifestaciones del federalismo. Más recientemente se ha llamado la atención sobre la necesidad de no confundir unitarismo con centralismo, luego de mostrar la existencia de tendencias a la unión de los pueblos del Interior con Buenos Aires, sin embargo opuestas a una administración centralizada. Pero lo que hoy comienza a despejarse es la cuestión del carácter de esas expresiones autonómicas y de su relación con los fracasados proyectos constitucionales. Pues desde el inicio de la Revolución, lo que tejió gran parte de la trama política del período fue la coexistencia conflictiva de soberanías de ciudades con gobiernos centrales que dirigieron sus acciones tendiendo a definir una única soberanía rioplatense.
Así, una de las cuestiones que hoy se plantea es la de discernir, frente a una excesiva identificación de esas expresiones con formas federales, en qué medida la emergencia de la soberanía de los pueblos durante el proceso emancipador puede ser vinculada a una tradición, la del autogobierno de los pueblos, que las reformas borbónicas no habrían podido quebrar. Otra de las cuestiones, se vincula con la necesidad de comprender mejor el alcance y significado de las expresiones de defensa de los llamados "derechos de los pueblos". Bajo la defensa de esos derechos pudo caber tanto una declaración de independencia provisional del gobierno central en un momento de crisis como una manifestación de unión con Buenos Aires.
Por: Dra. Noemí Goldman (U.B.A./CONICET).
En: Nuevas perspectivas en la Historia de la Revolución de Mayo

jueves, 10 de septiembre de 2009

Quién era M. Moreno

El peronismo intelectual tuvo su particular visión revisionista sobre M. Moreno y su sentido de la revolución. En "Apuntes para la militancia" (1965), John William Cooke señala que: "Desde la Independencia, los intereses foráneos tenían su aliado material en la burguesía comercial de Buenos Aires, dispuesta a enriquecerse como intermediaria de un comercio sin restricciones con Europa. Su primera víctima fue Mariano Moreno, cuya visión americanista chocó con el centralismo unitario que subordinaba el país a la política bonaerense." Moreno es sinónimo de Revolución para Norberto Galasso, enrolado en la corriente historiográfica autodenominada "Revisionismo Federal Provinciano Socialista". Desde su "Mariano Moreno y la Revolución Nacional" y "Mariano Moreno, el sabiecito del sur (1944), el Secretario fue "el hombre que sabe lo que quiere y cómo hacerlo, cuando los demás vacilan en medio del desconcierto y el fragor de la lucha: El es ya la revolución"; junto con sus Chisperos, encarna un proyecto revolucionario nacional y democrático.
Para Jorge Abelardo Ramos, el jacobinismo moreniano no era viable porque le faltaba una burguesía industrial que lo acompañara. Caracterizó a Moreno como proteccionista y enemigo del libre cambio, encarnando “la idea de la Nación en Armas contra la reacción absolutista española", además de tener una “comprensión profunda de la realidad" (Revolución y Contrarrevolución en Argentina).
En la visión de Juan José Hernández Arregui, Moreno “había preconizado un programa nacional tan realista como el puesto en práctica por los Estados Unidos al declararse la independencia”. Sentencia además que la historia oficial presenta a un Moreno “liberal, antihispanista y democrático, cuando en realidad fue proteccionista, hispanista y autoritario"(La Formación de la Conciencia Nacional). Ya en la década de 1940, Moreno era presentado como un revolucionario independentista y republicano, pero democrático de acuerdo a R. Puigróss, quien se acercaba al peronismo luego de su expulsión del Partido Comunista (“Mariano Moreno y la Revolución Democrática Argentina" y "Mariano Moreno y su época").
Por: Juan Carlos Ramirez

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Las invasiones inglesas y la crisis del aparato colonial español

Una gran parte de los historiadores coincide en que el 25 de Mayo de 1810 no cayó del cielo. Fueron las invasiones inglesas (1806-1807), las que demostraron, por un lado, el poderío del comercio y la flota inglesa y la precariedad del dominio español en el Río de la Plata, producto del retraso económico y social de España respecto de Inglaterra y Francia, así como también el surgimiento de sectores locales no todavía con una identidad “nacional” pero sí con un interés que no coincidía con el del invasor inglés ni tampoco del todo con el de los funcionarios coloniales españoles. Desde el ángulo de la organización popular, las milicias con comandantes electos por sufragio universal, como los Patricios, pasarían a jugar un papel muy importante como expresión si no de todo el pueblo por lo menos de un sector del pueblo en armas. Esta “militarización de la sociedad” descrita por distintos historiadores expresa una crisis del aparato colonial en suelo rioplatense, que es liberado de la invasión británica pero pierde una parte del monopolio de la fuerza pública.
El mito de la “Primera Junta de Gobierno”
Otra de las cuestiones que señala la historiografía a quien quiera prestar atención, es que la del 25 de Mayo no fue la “primera junta de gobierno patrio”. En realidad la “primera Junta” había sido elegida el día 24 con el ex - virrey Cisneros a la cabeza. La presión de los diversos grupos criollos opositores al virrey fue lo que impuso que el 25 se eligiera la junta que todos conocemos como la “Primera Junta” con Cornelio Saavedra a la cabeza.
En segundo lugar, el carácter “patrio” de la Primera Junta resulta también discutible. Como señalaba Liborio Justo, la Primera Junta no se proponía la independencia respecto de España sino que declaraba “no reconocer a otro Soberano que al Sr. D. Fernando VII y sus legítimos sucesores según el orden establecido por las Leyes”. La junta se pretendía heredera de la legalidad colonial, frente a la capitulación de la monarquía española ante Napoleón.
Fue, como señalaba otro historiador marxista, Milcíades Peña, la intransigencia de los “mandones” españoles y de la propia metrópoli lo que llevó a la proclamación de la independencia.
Por estos motivos, el 25 de mayo de 1810 es sólo el comienzo, por cierto vacilante, de un proceso mucho más amplio que vale la pena conocer.
Por: Juan del Masso