domingo, 30 de mayo de 2010

Acta de instalación de la Junta

En la muy Noble y muy Leal ciudad de la Santísima Trinidad, Puerto de Santa Maria de Buenos Aires, á 25 de Mayo de 1810, sin haberse separado en la Sala Capitular los Señores del Excmo. Cabildo, se colocaron á la hora señalada bajo de docel, con sitial por delante, y en él la imagen del Crucifijo y los Santos Evangelios y comparecieron los Señores Presidente y Vocales de la nueva Junta Provisoria gubernativa, D. Cornelio de Saavedra, Dr. D. Juan José Castelli, Licenciado D. Manuel Belgrano, D. Miguel de Azcuénaga, Dr. D. Manuel Alberti, D. Domingo Mateu y D. Juan Larrea; y los Señores Secretarios Dr. D. Juan José Passo y Dr. D. Mariano Moreno, quienes ocuparon los respectivos lugares que les estaban preparados, colocándose en los demás los Prelados, Jefes, Comandantes y personas de distinción que concurrieron. Y habiéndose leído por mi, el actuario, la acta de elección, antes de jurar expuso el Sr. Presidente electo, que en el día anterior había hecho formal renuncia del cargo de Vocal de la primera Junta establecida, y que solo por contribuir á la tranquilidad pública y á la salud del pueblo, admitía el que se le conferían de nuevo, pidiendo se sentase en el Acta esta su exposición: seguidamente hincado de rodillas, y poniendo la mano derecha sobre los Santos Evangelios prestó juramento de desempeñar legalmente el cargo, conservar íntegra esta parte de América á nuestro Augusto Soberano el Sr. Don Fernando VII, y sus legítimos sucesores, y guardar puntualmente las leyes del Reino. Lo prestaron en los mismos términos los demás Señores Vocales por su orden, y los Señores Secretarios contraído el exacto desempeño de sus respectivas obligaciones: habiendo expresado el Sr. Don Miguel de Azcuénaga, que admitía el cargo de vocal de la Junta, para que por el Excmo. Cabildo, y por una parte del pueblo había sido nombrado en este día, atento al interés de su bien orden, y tranquilidad: más que debiendo ser la opinión, no solo del Exmo. Cabildo, sino la universal de todo el vecindario, pueblo, y partidos de su dependencia, pedía se tomara la que faltase y la represente; para la recíproca confianza, y seguridad de validez de todo procedimiento. Finalizada la ceremonia dejó el Excmo. Cabildo el lugar que ocupaba bajo el docel y lo tomaron los Señores Presidente y Vocales de la Junta; y el Sr. Presidente exhortó al concurso, y al pueblo a mantener el órden, la unión, y la fraternidad como también á guardar respeto, y hacer el aprecio debido de la persona del Excmo. Sr. Don Baltazar Hidalgo de Cisneros, y toda su familia; cuya exhortación repitió en el balcón principal de las casas capitulares, dirigiéndose a la muchedumbre del Pueblo que ocupaba la plaza. Con lo que se concluyó la acta de instalación, retirándose dicho Sr. Presidente, y demás Señores Vocales, y Secretarios á la Real Fortaleza por entre un inmenso concurso con repiques de campanas, salva de artillería en aquella, adonde no paso por entonces el Excmo. Cabildo, como lo había ejecutado la tarde de la instalación de la primera Junta, á causa de la lluvia que sobrevino, y de acuerdo con los Señores Vocales, reservando hacer el cumplido el día de mañana y lo firmaron de que doy fé Juan José Lezica; Martin Gregorio Yaniz; Manuel Mancilla; Manuel José de Ocampo; Juan de Llano; Jaime Nadal y Guarda; Andrés Domínguez; Tomas Manuel de Anchorena; Santiago Gutiérrez; Dr. Julián Leiva; Cornelio de Saavedra; Dr. Juan José Castelli; Manuel Belgrano; Miguel de Azcuénaga; Dr. Manuel Alberti; Domingo Mateu; Juan Larrea; Dr. Juan José Passo; Dr. Mariano Moreno; Licenciado Don Justo José Núñez, escribano público y de Cabildo.
Nota: La pintura es de Juan Manuel Blanes. Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810

lunes, 24 de mayo de 2010

Jueves 24 de Mayo de 1810

Los patriotas reunidos durante toda esa noche en casa de Rodríguez Peña, deliberan sobre los miembros que integrarán una lista que será presentada ante el Cabildo.
El día 24 el Cabildo, a propuesta del síndico Leyva, conformó la nueva Junta, que debía mantenerse hasta la llegada de los diputados del resto del Virreinato. Estaba formada por:
Presidente y comandante de armas: Baltasar Hidalgo de Cisneros
Vocales: Cornelio Saavedra (criollo), Juan José Castelli (criollo), Juan Nepomuceno Solá (español) y José Santos Incháurregui (español).
Dicha fórmula respondía a la propuesta del obispo Lué y Riega de mantener al virrey en el poder con algunos asociados o adjuntos, a pesar de que en el Cabildo abierto la misma hubiera sido derrotada en las elecciones. Los cabildantes consideraban que de esta forma se contendrían las amenazas de revolución que tenían lugar en la sociedad.
Asesorados por el síndico reaccionario español Julián de Leiva, se redactó un Reglamento
constitucional de 13 artículos, que regiría el accionar de la Junta. Entre los principios incluidos, se preveía que la Junta no ejercería el poder judicial, que sería asumido por la Audiencia; que Cisneros no podría actuar sin el respaldo de los otros integrantes de la Junta; que el Cabildo podría deponer a los miembros de la Junta que faltaran a sus deberes y debía aprobar las propuestas de nuevos impuestos; que se sancionaría una amnistía general respecto de las opiniones emitidas en el cabildo abierto del 22; y que se pediría a los cabildos del interior que enviaran diputados. Los comandantes de los cuerpos armados dieron su conformidad, incluyendo a Saavedra y Pedro Andrés García, y los integrantes juraron ese día..
Cuando la noticia fue dada a conocer, tanto el pueblo como las milicias volvieron a agitarse, y la Plaza Mayor fue invadida por una multitud comandada por French y Beruti. La permanencia de Cisneros en el poder, aunque fuera con un cargo diferente al de virrey, era vista como una burla a la voluntad del Cabildo Abierto. El coronel Martín Rodríguez lo explicaba así:
Si nosotros nos comprometemos a sostener esa combinación que mantiene en el gobierno a Cisneros, en muy pocas horas tendríamos que abrir fuego contra nuestro pueblo, nuestros mismos soldados nos abandonarían; todos sin excepción reclaman la separación de Cisneros.
Cuando le hicieron ver el error a Castelli, éste dijo que elevaría su renuncia y sugeriría la misma actitud a saavedra. Eran apoyados por los regimientos de Arribeños y Patricios. Hubo una discusión en la casa de Rodríguez Peña, en donde se llegó a dudar de la lealtad de Saavedra. Castelli se comprometió a intervenir para que el pueblo fuera consultado nuevamente, y entre Mariano Moreno, Matías Irigoyen y Feliciano Chiclana se calmó a los militares y a la juventud de la plaza.
Por la noche, una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la residencia de Cisneros informando el estado de agitación popular y sublevación de las tropas, y demandando su renuncia. Lograron conseguir en forma verbal su dimisión. Un grupo de patriotas reclamó en la casa del síndico Leyva que se convocara nuevamente al pueblo, y pese a sus resistencias iniciales finalmente accedió a hacerlo

sábado, 22 de mayo de 2010

Miércoles 23 de Mayo de 1810

A la madrugada se emitió el siguiente documento:
Hecha la regulación con el más prolijo examen resulta de ella que el Excmo Señor Virrey debe cesar en el mando y recae éste provisoriamente en el Excmo. Cabildo hasta la erección de una Junta que ha de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera que estime conveniente.
155 votos: Destitución del Virrey
89 votos: Por la continuación del Virrey solo o con asesores.
27 personas: No votaron
Tras la finalización del Cabildo abierto se colocaron avisos en diversos puntos de la ciudad que informaban de la creación de la Junta y la convocatoria a diputados de las provincias, y llamaba a abstenerse de intentar acciones contrarias al orden público.

Martes 22 de Mayo de 1810

De los 450 invitados al cabildo abierto solamente participaron unos 251. French y Beruti, al mando de 600 hombres armados con cuchillos, trabucos y fusiles, controlaron el acceso a la plaza, con la finalidad de asegurar que el cabildo abierto fuera copado por criollos.
El cabildo abierto se prolongó desde la mañana hasta la medianoche, contando con diversos momentos, entre ellos la lectura de la proclama del Cabildo, el debate, "que hacía de suma duración el acto", como se escribió en el documento o acta, y la votación, individual y pública, escrita por cada asistente y pasada al acta de la sesión.

El debate en el Cabildo tuvo como tema principal la legitimidad o no del gobierno y de la autoridad del virrey. El principio de la retroversión de la soberanía planteaba que, desaparecido el monarca legítimo, el poder volvía al pueblo, y que éste tenía derecho a formar un nuevo gobierno.

Hubo dos posiciones principales enfrentadas: los que consideraban que la situación debía mantenerse sin cambios, respaldando a Cisneros en su cargo de virrey, y los que sostenían que debía formarse una junta de gobierno en su reemplazo, al igual que en España. No reconocían la autoridad del Consejo de Regencia argumentando que las colonias en América no habían sido consultadas para su formación. El debate abarcó también, de manera tangencial, la rivalidad entre criollos y españoles peninsulares, ya que quienes proponían mantener al virrey consideraban que la voluntad de los españoles debía primar por sobre la de los criollos.

Uno de los oradores de la primera postura fue el obispo de Buenos Aires, Benito Lué y Riega, líder de la iglesia local. Lué y Riega sostenía lo siguiente:

No solamente no hay por qué hacer novedad con el virrey, sino que aún cuando no quedase parte alguna de la España que no estuviese sojuzgada, los españoles que se encontrasen en la América deben tomar y reasumir el mando de ellas y que éste sólo podría venir a manos de los hijos del país cuando ya no hubiese un español en él. Aunque hubiese quedado un solo vocal de la Junta Central de Sevilla y arribase a nuestras playas, lo deberíamos recibir como al Soberano.

Juan José Castelli habló a continuación, y sostuvo que los pueblos americanos debían asumir la dirección de sus destinos hasta que cesara el impedimento de Fernando VII de regresar al trono.

Desde la salida del Infante don Antonio, de Madrid, había caducado el Gobierno Soberano de Espa­ña, que ahora con mayor razón debía considerarse haber expirado con la disolución de la Junta Central, porque, además de haber sido acusada de infidencia por el pueblo de Sevilla, no tenía facultades para el establecimiento del Supremo Gobierno de Regencia; ya porque los poderes de sus vocales eran personalísimos para el gobierno, y no podrían delegarse, ya por la falta de concurrencia de los Diputados de América en la elección y establecimiento de aquel gobierno, deduciendo de aquí su ilegitimidad, la re­versión de los derechos de la Soberanía al pueblo de Buenos Aires y su libre ejercicio en la instalación de un nuevo gobierno, principalmente no existiendo ya, como se suponía no existir, la España en la dominación del señor don Fer­nando Séptimo.

Pascual Ruiz Huidobro expuso que, dado que la autoridad que había designado a Cisneros había caducado, éste debía considerarse separado de toda función de gobierno, y que, en su función de representante del pueblo, el Cabildo debía asumir y ejercer la autoridad.

El fiscal Manuel Genaro Villota, representante de los españoles más conservadores, señaló que la ciudad de Buenos Aires no tenía derecho a tomar decisiones unilaterales sobre la legitimidad del virrey o el Consejo de Regencia sin hacer partícipes del debate a las demás ciudades del Virreinato. Argumentaba que ello rompería la unidad del país y establecería tantas soberanías como pueblos. Juan José Paso le dio la razón en el primer punto, pero adujo que la situación del conflicto en Europa y la posibilidad de que las fuerzas napoleónicas prosiguieran conquistando las colonias americanas demandaban una solución urgente. Adujo entonces el argumento de la hermana mayor, por la cual Buenos Aires tomaba la iniciativa de realizar los cambios que juzgaba necesarios y convenientes, bajo la expresa condición de que las demás ciudades serían invitadas a pronunciarse a la mayor brevedad posible. La figura retórica de la "Hermana mayor", comparable a la gestión de negocios, es un nombre que hace una analogía entre la relación de Buenos Aires y las otras ciudades del Virreinato con una relación filial.
La postura de Cornelio Saavedra fue la que acabó imponiéndose.
El cura Juan Nepomuceno Solá opinaba que el mando debía entregarse al Cabildo, pero sólo en forma provisional, hasta la realización de una junta gubernativa con llamamiento a representantes de todas las poblaciones del virreinato.

Cornelio Saavedra propuso que el mando se delegara en el Cabildo hasta la formación de una junta de gobierno, en el modo y forma que el Cabildo estimara conveniente. Hizo resaltar la frase de que "(...) y no queda duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando". A la hora de la votación, la postura de Castelli se acopló a la de Saavedra.

Luego de los discursos, se procedió a votar por la continuidad del virrey, solo o asociado, o por su destitución. La votación duró hasta la medianoche, y se decidió por amplia mayoría destituir al virrey: 155 votos contra 69. Los votos contrarios a Cisneros se distribuyeron de la siguiente manera: Fórmula según la cual la autoridad recae en el Cabildo: 4 votos

Fórmula de Juan Nepomuceno de Sola: 18 votos

Fórmula de Pedro Andrés García, Juan José Paso y Luis José Chorroarín: 20 votos.

Fórmula de Ruiz Huidobro: 25 votos

Fórmula de Saavedra y Castelli: 87 votos

Nota:
El Cabildo abierto, por Juan Manuel Blanes.

Lunes 21 de Mayo de 1810

Apoyados por vecinos que solicitaban la solicitud de un Cabildo Abierto, los regidores recibieron por parte del Virrey Cisneros una autorización escrita en que accedía a la voluntad popular de convocar a una sesión pública para el día siguiente, en la que se convocara a la parte más representativa y más sana del vecindario.
A las 3, el Cabildo inició sus trabajos de rutina, pero se vieron interrumpidos por 600 hombres armados, agrupados bajo el nombre de "Legión Infernal", que ocuparon la Plaza de la Victoria, hoy Plaza de Mayo, y exigieron a gritos que se convocase a un Cabildo Abierto y se destituyese al virrey Cisneros. Llevaban un retrato de Fernando VII y en el ojal de sus chaquetas una cinta blanca que simbolizaba la unidad criollo-española. Entre los agitadores se destacaron Domingo French y Antonio Beruti. Estos desconfiaban de Cisneros y no creían que fuera a cumplir su palabra de permitir la celebración del cabildo abierto del día siguiente. El síndico Leiva no tuvo éxito en calmar a la multitud al asegurar que el mismo se celebraría como estaba previsto. La gente se tranquilizó y dispersó gracias a la intervención de Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios, que aseguró que los reclamos de la Legión Infernal contaban con su apoyo militar.

El 21 de mayo se repartieron 450 invitaciones entre los principales vecinos y autoridades de la capital. La lista de invitados fue elaborada por el Cabildo teniendo en cuenta a los vecinos más prominentes de la ciudad; pero el encargado de su impresión Agustín Donado (compañero de French y Beruti) imprimió muchas más de las necesarias y las repartió entre los criollos. Decía:
El Excmo. Cabildo convoca á Vd. para que se sirva asistir, precisamente mañana 22 del corriente, á las nueve, sin etiqueta alguna, y en clase de vecino, al cabildo abierto que con avenencia del Excmo. Sr. Virrey ha acordado celebrar; debiendo manifestar esta esquela á lesquela á las tropas que guarnecerán las avenidas de esta plaza, para que se le permita pasar libremente.

Sábado 19 y Domingo 20 de Mayo de 1810

Los patriotas tras deliberar toda la noche, comisionaron a J. J. Castelli para que durante la mañana se presentase ante el síndico procurador Julián de Leiva. También fueron encargados M. Belgrano y C. Saavedra, para que se apersonaran ante el Alcalde en Primer Voto Juan José Lezica; tenían los tres, la misión de obtener el apoyo del Cabildo para gestionar ante el virrey un cabildo abierto, expresando que de no concederse, lo haría por sí solo el pueblo o morirían en el intento.
Lezica transmitió a Cisneros la petición y éste consultó a Leyva, quien se mostró favorable a la realización de un cabildo abierto. Antes de tomar una decisión el virrey citó a los jefes militares para que se presenten a las siete horas de la tarde en el fuerte. Según cuenta Cisneros en sus Memorias, les recordó: (...) las reiteradas protestas y juramentos de fidelidad con que me habían ofrecido defender la autoridad y sostener el orden público y les exhorté a poner en ejercicio su fidelidad al servicio de S.M. y de la patria.
Como Cisneros reclamó una respuesta a su petición de apoyo, el coronel criollo Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios e integrante de la Sociedad de los Siete, respondió a nombre de todos los criollos diciendo: Señor, son muy diversas las épocas del 1º de enero de 1809 y la de mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquella existía la España, aunque ya invadida por Napoleón; en ésta, toda ella, todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto solo Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V.E. en su proclama de ayer. ¿Y qué, señor? ¿Cádiz y la isla de León son España? (...) ¿Los derechos de la Corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la isla de León, que son una parte de las provincias de Andalucía? No señor, no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses, hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad para mandarnos ya no existe; de consiguiente usted tampoco la tiene ya, así que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse en ella.
Al anochecer se produjo una nueva reunión en casa de Rodríguez Peña, en donde los jefes militares comunicaron lo ocurrido. Se decidió enviar inmediatamente a Castelli y a Martín Rodríguez a entrevistarse con Cisneros en el fuerte, facilitando su ingreso el comandante Terrada de los granaderos provinciales que se hallaba de guarnición ese día. El virrey se encontraba jugando a los naipes con el brigadier Quintana, el fiscal Caspe y el edecán Coicolea cuando los comisionados irrumpieron. Martín Rodríguez en sus Memorias relató cómo fue la entrevista, en donde Castelli se dirigió a Cisneros así: Excelentísimo señor: tenemos el sentimiento de venir en comisión por el pueblo y el ejército, que están en armas, a intimar a V.E. la cesación en el mando del virreinato. Cisneros respondió:¿Qué atrevimiento es éste? ¿Cómo se atropella así a la persona del Rey en su representante? Pero Rodríguez (según sus Memorias) lo detuvo advirtiéndole: Señor: cinco minutos es el plazo que se nos ha dado para volver con la contestación, vea V.E. lo que hace.
Solamente defendió la posición de Cisneros el síndico procurador del Cabildo, Julián de Leyva. Ante la situación, Caspe llevó a Cisneros a su despacho para deliberar juntos unos momentos y luego regresaron. El virrey se resignó y permitió que se realizara el cabildo abierto. Según cuenta Martín Rodríguez en sus Memorias póstumas, escritas muchos años después, sus palabras fueron: Señores, cuanto siento los males que van a venir sobre este pueblo de resultas de este paso; pero puesto que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran. El cabildo abierto se celebraría el 22 de mayo siguiente.
Esa misma noche se representó una obra de teatro cuyo tema era la tiranía, llamada "Roma Salvada", a la cual concurrieron buena parte de los revolucionarios. El jefe de la policía intentó convencer al actor de que no se presentara y que, con la excusa de que éste estuviera enfermo, la obra fuera reemplazara con "Misantropía y arrepentimiento", del poeta alemán Kotzebue. Los rumores de censura policial se extendieron con rapidez, por lo que Morante salió e interpretó la obra prevista, en la cual interpretaba a Cicerón. En el cuarto acto, Morante exclamaba lo siguiente: Entre regir al mundo o ser esclavos ¡Elegid, vencedores de la tierra! ¡Glorias de Roma, majestad herida! ¡De tu sepulcro al pie, patria, despierta! César, Murena, Lúculo, escuchadme: ¡Roma exige un caudillo en sus querellas! Guardemos la igualdad para otros tiempos: ¡El Galo ya está en Roma! ¡Vuestra empresa del gran Camilo necesita el hierro! ¡Un dictador, un vengador, un brazo! ¡Designad al más digno y yo lo sigo! Dicha escena encendió los ánimos revolucionarios, que desembocaron en un aplauso frenético a la obra. El propio Juan José Paso se levantó y gritó "¡Viva Buenos Aires libre!".

Nota: Bajorrelieve de Gustavo Eberlein. Demanda ante el virrey Cisneros por la realización de un Cabildo Abierto

martes, 18 de mayo de 2010

Viernes 18 de mayo de 1810

El viernes 18 el virrey Cisneros hizo pública las nuevas a través de los pregoneros, téngase en cuenta que la mayoría de la población no sabía leer ni escribir. La proclama comenzaba diciendo: "A los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires." El virrey advertía que "en el desgraciado caso de una total pérdida de la península, y falta del Supremo Gobierno" él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando. Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación extraña y, finalmente prevenía al pueblo sobre "los genios inquietantes y malignos que procuran crear divisiones", refiriéndose a los que secretamente se reunían en la jabonería de Vieytes. La fábrica de jabón, que pertenecía a Juan Hipólito Vieytes y a Nicolás Rodríguez Peña, se convirtió en la sede de las reuniones de aquello que desde 1809 comenzó a ser llamado "partido patriota". La jabonería estaba a metros de la calle Mexico, en la actual avenida 9 de Julio, y la orden de demolerla fue dada para pemitir su ensanchamiento. Algunos autores la encuentran en Tacuarí y Venezuela, en tanto otros la situan en México 1050-1068, o en la esquina de Lima y Venezuela.
A medida que los porteños se fueron enterando de la gravedad de la situación, fueron subiendo de tono las charlas políticas en los cafés y en los cuarteles. Todos hablaban de política y conjeturaban y por la noche, se realizó una reunión en la casa de Rodríguez Peña, donde se acordó pedirle a Cisneros que convocara a un Cabildo Abierto. El grupo encarga a Juan José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros, quien intentó evitar esa reunión, pero terminó cediendo ante las presiones. La situación del virrey era difícil ya que la Junta que lo nombro había desaparecido y la legitimidad de su mandato quedaba cuestionada.

Juan Carlos Ramirez

17 de Mayo

El 13 de mayo llegó a Montevideo la fragata británica HMS John Paris, con noticias que recién se difunden en Buenos Aires el día 17, gracias a otro navío: los diputados de la Junta de Sevilla habían sido rechazados estableciéndose una Junta en Cádiz. Se había constituido un Consejo de Regencia de España e Indias. En realidad, ninguno de los dos barcos transmitió esa noticia porque Cisneros intentó ocultarlas estableciendo una rigurosa vigilancia en torno a las naves de guerra británicas e incautando todos los periódicos que desembarcaron de los barcos, pero uno de ellos llegó a manos de Manuel Belgrano y de Juan José Castelli. Éstos se encargaron de difundir la noticia, que ponía en entredicho la legitimidad del virrey, nombrado por la Junta caída.
Se lo enteró a Cornelio Saavedra, jefe del regimiento de Patricios, quien consideraba que el momento revolucionario sería cuando las fuerzas napoleónicas lograran una ventaja decisiva en su guerra contra España. Al conocer las noticias de la caída de la Junta de Sevilla, Saavedra consideró que el momento había llegado, no así el grupo encabezado por Castelli, que se inclinaba por la realización de un cabildo.

Por Juan Carlos Ramirez

Fuentes:
Fernández, Jorge; Rondina, Julio César. Historia Argentina. Universidad Nac. del Litoral, 2004. Pág. 31.
Saavedra, Cornelio. Memoria autógrafa. Biblioteca de Mayo, 1966; tomo II. Páginas 1050-1051.

14 de mayo de 1810

Arribó al puerto de Buenos Aires procedente de Gibraltar, la goleta de guerra británica HMS Mistletoe. Traía periódicos del mes de enero que anunciaban, confirmando rumores que circulaban intensamente por Buenos Aires, que los franceses dominaban casi toda la península ibérica y habían tomado la ciudad de Sevilla, último bastión del poder español. La acción determinó la disolución de la Junta Central de Sevilla, y se señalaba que algunos diputados se habían refugiado en la isla de León en Cádiz.
El nombre de la goleta, Mistletoe, significa muérdago y es una planta que simboliza buen augurio entre los ingleses, pero también lo fue para los revolucionarios en ciernes. Roberto Ramsay,marino nacido en Escocia en 1773, estaba al mando de la goleta y tuvo participación en los sucesos de Mayo, reuniéndose con Juan Larrea, Mariano Moreno, Hipólito Vieytes, Juan José Paso y Juan José Castelli, quienes se habían convertido en amigos personales. Las noticias se difundían pese a las gestiones de Cisneros.
Un día después y como si nada sucediera, Santiago de Liniers, ex virrey y héroe de la Reconquista de Buenos Aires, tomó el título de conde y esperó la confirmación del reino de España, pero el 16 de mayo de 1810 comenzaron a reunirse vecinos de Buenos Aires para tratar la nueva situación generada por lo sucedido en España.
Por: Juan Carlos Ramirez

domingo, 9 de mayo de 2010

Curiosidades del Primer Gobierno Patrio

Tres de los nueve miembros de la Primera Junta no hablan nacido dentro de los limites actuales de la Argentina. Cornelio Judas Tadeo Saavedra nació en Hacienda de la Fombera, hoy Bolivia. Domingo Matheu y Juan Larrea eran españoles, de Cataluña. El miembro más joven de la Primera Junta era Larrea (23). El más viejo, Miguel de Azcuénaga (55). La edad promedio del cuerpo, en 1810, era de 43 años.
En 1795, el inventario de mercaderías de una tienda porteña daba cuenta de que había allí 27 paraguas de hule, que se vendían a 4 reales cada uno. Por lo tanto, resulta verosímil la tradicional -pero controvertida imagen que muestra a los vecinos de la ciudad protegiéndose con paraguas, frente al Cabildo, aquel inclemente viernes.
El vocal Manuel Belgrano (39) era abogado y había ingresado en 1807 en el Regimiento de Patricios con el rango de sargento mayor. Domingo French (36) se había desempeñado como cartero antes de iniciar la carrera militar. La Primera Junta le otorgó el grado de coronel.
Muchas familias criollas bautizaron a sus hijos con nombres alusivos a la gesta revolucionaria. Un padre llamó a su flamante primogénito Primo Patricio Liberato.
El sábado 26 de mayo de 1810, los porteños tuvieron en sus manos el primer documento patrio -la proclama de la Junta Provisional Gubernativa-, editado en la Real Imprenta de los Niños Expósitos. Empezaba así: Tenéis ya establecida la Autoridad que remueve la incertidumbre de las opiniones y calma todos los recelos...
La construcción del Cabildo, tal como lo conocieron aquellos patriotas, se realizó entre los años 1725 y 1764. El edificio sufrió modificaciones en 1861,1880, 1889, 1931 y 1940.
Por: Martín A. Cagliani

martes, 4 de mayo de 2010

5 de mayo de 1810

Correo de Comercio Número 10 Del Sábado 5 de mayo de 1810

NAVEGACIÓN.

La série de sucesos extraordinarios en que nos hemos visto envueltos, nos ha privado de las resoluciones beneficiosas de nuestros Soberanos, sobre puntos los mas interesantes á estas Provincias, que han llamado y llaman la atención de nuestro Gobierno: entre ellas contamos la de que se pusiesen los medios para que el puerto de la Ensenada de Barragan sirviese para el abrigo de los buques mayores que arriban á este amarradero, y pudieran executar sus descargas y cargas con toda seguridad, y en el menor tiempo posible se despachasen las expediciones de nuestro giro marítimo, que tanto movimiento dá á las producciones de este continente.
Nunca podremos ponderar bastante la necesidad que hay de franquear á las embarcaciones un asilo seguro en donde puedan permanecer resguardadas de todo temporal, con el menor costo que sea dable, y en el qual puedan recorrerse y alistarse para las dilatadas navegaciones que deben emprender, en términos que no causen perjuicios á los cargamentos que se pongan á sus bordos, que siempre han de resultar en contra de nuestro comercio.
Ese asilo lo presenta la Ensenada de Barragan, acaso como ningún puerto en el Rio de la Plata; porque se halla resguardada de los vecinos mas impetuosos que soplan en esta Zona; de consiguiente los buques pueden estar amarrados con los cables mas infimos, sin temor de ninguno de los accidentes que sobrevienen en las calas ó puertos, donde no se goza de iguales ventajas: los buques que se recorran no tienen que detener ni un solo instante sus trabajos; porque nada hay que altere aquellas aguas; siempre están tranquilas, y casi como en la mayor calma.
Su entrada es facilísima, no tiene escollo alguno, por mas que se ha querido decantar, y el Canal del S. por donde deben navegar las Embarcaciones que se conduzcan á la Ensenada es el mejor de este Rio, por su mayor anchura y mejor fondo: todo consiste en navegarlo con aquel cuidado que exigen todas las navegaciones de los Rios, y que los Pilotos no piensen que se hallan en el anchuroso é insondable Mar.
No se entienda que esto sea querer aspirar á que solo el Puerto de la Ensenada sea el único en el Rio de la Plata para admitir los Buques de nuestro comercio marítimo; estamos muy distantes de pensar en esta exclusiva odiosa, pues nuestra idea es, conforme á las intenciones de nuestro Gobierno de proveer las mayores ventajas a los subditos; que se abran al comercio todos los Puertos que se conocen en la Costa Septentrional y Meridional de este gran Rio, conociendo que este es uno de los principales arbitrios de atraer nuestras gentes á las riberas,y poblarlas como es debido para tener los medios mas prontos de su defensa.
Creemos de la mayor importancia aun obligar á que los Buques que vienen al amarradero entren al Puerto de la Ensenada por muchas consideraciones, y la mas principal porque se respete como es debido á nuestro Gobierno, y sepa éste quien entra y sale en este Rio; y mas á la vista de los celadores se executen las cargas y descargas, lo que ahora es bien dificultoso por mas celo y cuidado que se ponga; á mas de que estando baxo el cañon, no se avanzará ninguno á faltar á aquellos respetos, ni los comerciantes estarán con el subsidio de que algún mal intencionado se les escape sin haber salvado sus obligaciones respectivas.
No hay que temer el contrabando con que se ha arguido para desviar la idea del Puerto de la Ensenada; este es un bú para amedrentar á los niños; no es tan fácil como se ha pensado, y si hay alguna facilidad es la misma que hay en todos los puertos por mas resguardados que estén; pero todavía hay mas que quando se execute nunca será tanto como el que se hará estando las embarcaciones fuera de la vista de los celadores, y no teniendo ninguno á su bordo; á que se agrega que no porque pueda traer un mal alguna cosa, se ha de prohibir enteramente; desgraciado el género humano si se le sujetara á esta clase de prohibiciones.
Hay también otros motivos muy poderosos, y de la mayor consecuencia para facilitar este Puerto, y ponerlo en el mejor estado posible, como quisiéramos qne lo estubiesen todos los que hay en nuestro Rio de la Plata; ellos son las puertas principales de nuestra Casa, y así política, como económicamente exigen de nosotros la mayor atención y cuidado baxo todas consideraciones: si ellos hubieran tenido el llamativo del comercio, estamos seguros que nuestras Costas presenciarían un aspecto muy diferente del que hoy tienen, y habrían causado, y causarían el respecto á que somos acreedores.
Ya hemos indicado que seria un arbitrio la entrada libre á los Puertos para llamar las gentes á poblar nuestras riberas: en efecto, los consumos de las embarcaciones, en todos sentidos, proporcionan utilidades reales y verdaderas á los que se dedican á proveerlas, asi se vé que las tierras que están á las inmediaciones de los Puertos de mar son las que están mejor cultivadas, y las que inmediatamente se pueblan tomando un valor crecido.
Nosotros necesitamos poblar la Costa S. de este Rio, y sin costo alguno del Erario, ni de la causa pública, se puede conseguir, con solo obligar a las embarcaciones que vienen al amarradero á que hayan de entrar á la Ensenada de Barragan: los costos y gastos que ellas han de hacer para la manutención de las tripulaciones, y para las operaciones precisas de cargas y descargas, serán un aliciente poderoso para reunir en aquel punto un gran numero de gentes que tenemos dispersas, y formar un Pueblo de toda consideración con utilidad grande del Estado, así por lo moral como lo fisico.
Ese Pueblo será una de las murallas que tengan que vencer los enemigos que quieran invadirnos, y acaso pueden encontrar en él su destrucción antes de dar un paso adelante, ó si lo mirasen con desprecio, muy bien podría sucederles ser victima de él, operando de acuerdo con las tropas de la gran Capital: no se daría entonces caso de que pudiésemos ser sorprehendidos aun en la paz mas profunda; pues para efectuar los enemigos sus ideas seria de necesidad que intentasen contra él sus primeros ataques, que nos pondrían en alarma.
A mas de tan poderosos motivos, tendríamos el de poner en valor todos los alrededores, y aun muchas leguas mas de distancia de la Ensenada; veríamos aprovecharse por nuestros Pastores un gran número de renglones que hoy abandonan, y que nuestros Labradores se dedicarían á cultivos provechosos de que no pocas ventajas sacaría la Provincia, por medio del consumo que las embarcaciones proporcionarían ya para sí, ya extrayéndoles sus frutos para el comercio de ultramar.
Y no se crea que esta es de las que nosotros llamamos obra de Romanos: en meses solo veríamos los progresos de aquel Pueblo; hoy casi abandonado, con solo la determinación indicada: quando no fuera la experiencia que nos lo ha enseñado en quanto Puerto se ha abierto al comercio, bastaría la que ese mismo Puerto nos presentó en los pocos días que estubo con el permiso de admitir los Buques del comercio marítimo para convencernos de la importancia de una determinación, á todas luces, tan benéfica.

SUSCRIPCIÓN. Se dará de este Periódico un pliego en el Sábado de cada semana, y un medio pliego de suplemento; y se suscribirá á él en la Imprenta de Niños Espósitos; siendo su precio el de un peso al mes para los de esta Capital, diez reales para los Pueblos comprenhendidos en esta Administración principal de Correos, y doce reales para los del Perú y Chile; no admitiéndose suscripción para esta Ciudad por menos de tres meses, y de seis para los de fuera; debiéndose anticipar su importe, y recibiéndolo en sus casas los de esta ciudad; y fuera, francos de todo porte.

Buenos Ayres : en la Real Imprenta de los Niños Expósitos.

sábado, 1 de mayo de 2010

Acta del 25 de Mayo de 1810

En la muy Noble y muy Leal Ciudad de la Santísima Trinidad, Puerto de Santa María de Buenos Aires, a 25 de Mayo de 1810; los Señores del Exmo. Cabildo, Justicia y Regimiento, a saber: D. Juan José Lezica y D. Martín Gregorio Yaniz, Alcaldes ordinarios de primero y segundo voto; Regidores D. Manuel Mancilla, Alguacil Mayor; D. Manuel José de Ocampo; D. Juan de LLano; D. Jaime Nadal y Guarda; D. Andrés Domínguez; D. Tomás Manuel de Anchorena; D. Santiago Gutiérrez; y el Dr. D. Julián de Leiva, Síndico Procurador General; se enteraron de una representación que han hecho a este Exmo. Cabildo un considerable número de vecinos, los Comandantes, y varios oficiales de los cuerpos voluntarios de esta capital, por si y a nombre del pueblo; en que, indicando haber llegado a entender que la voluntad de este resiste la Junta, y Vocales que este Exmo. Ayuntamiento se sirvió erigir, y publicar a consecuencia de las facultades que se le confirieron en el Cabildo abierto de 22 del corriente; y porque puede, habiendo reasumido la autoridad y facultades que confirió, y mediante la renuncia que ha hecho el Señor Presidente nombrado y demás Vocales, revocar y dar por ningún valor la Junta erigida y anunciada con el Bando de ayer, 24 del corriente; la revoca y anula, y quiere este Exmo. Cabildo proceda á hacer nueva elección de Vocales que hayan de constituir la Junta de Gobierno, y han de ser los Señores D. Cornelio de Saavedra, Presidente de dicha Junta, y Comandante general de Armas, el Dr. Juan José Castelli, el Dr. Manuel Belgrano, D. Miguel Azcuenaga, Dr. D. Manuel Alberti, D. Domingo Mateu, y D. Juan Larrea, y Secretarios de ella los Doctores Don Juan José Passo, y D. Mariano Moreno, cuya elección se deberá manifestar el pueblo por medio de otro bando público; enentendiéndose ella bajo la expresa y precisa condición de que instalada la Junta, se ha de publicar en el término de 15 días una expedición de 500 hombres para auxiliar a las provincias interiores del reino, la cual haya de marchar a la mayor brevedad, costeándose ésta con los sueldo del Exmo. Sr. D. Baltazar Hidalgo de Cisneros, Tribunales de la Real Audiencia Pretorial, y de Cuentas, de la Renta de tabacos con los demás que la Junta tenga por conveniente cercenar, en inteligencia, que los individuos rentados ho han de que dar absolutamente incongruos, porque ésta es la manifesta voluntad del pueblo. Y los Señores, habiendo salido al balcón de estas casas capitulares, y oído que el pueblo ratificó por aclamaciòn al contenido de dicho pedimento o representaciòn, después de haberse leido por mi en altas e inteligibles voces, acordaron que debàn mandar y mandaban se erigiese una nueva Junta de Gobierno compuesta por los Señores expresados en la representación de que se ha hecho referencia, y en los mismo términos, que de ella aparece, mientras se erige la Junta general del Virreinato; Lo segundo: que los Señores, que forman la precedente corporación comparezcan sin pérdida de momentos en esta Sala Capitular á prestar el juramnento de usar bien y fielmente sus cargos, conservar la integridad de esta parte de los dominios de América a nuestro Amado Soberano el Señor D. Fernando VII, y sus legítimos sucesores, y observar puntualmente las Leyes del Reino. Lo tercero: que luego que los referidos Señores presten juramento sean reconocidos por depositarios de la autoridad superior del Virreinato, por todas las corporaciones de esta capital, y su vecindario, respetando y obedeciendo todas sus disposiciones, hasta la congregación de la Junta general del Virreinato, bajo las penas que imponen las Leyes á los contraventores. Lo cuarto: que la Junta ha de nombrar quien deba ocupar cualquier vacante por renuncia, muerte, ausencia, enfermedad o remoción. Lo quinto: que aunque se halla plenísimamente satisfecho de la honrosa conducta, y buen procedimiento de los SS mencionados, sin embargo, para satisfacción del Pueblo, se reserva tamben estar muy á la mira de sus operaciones y caso no esperado, que faltasen á sus deberes, proceder á la deposición con causa bastante, y justificada, reasumiendo el Excmo. Cabildo para este solo caso la Autoridad que le ha conferido el pueblo. Lo sexto: que la nueva Junta ha de celar so sobre el orden y la tranquilidad pública, y seguridad individual de todos los vecinos, haciéndosele, como desde luego se le hace, responsable de lo contrario. Lo séptimo: que los referidos Señores se componen la Junta provisoria, queden excluidos de ejercer el poder judiciario, el cual se refundirá en la Real Audiencia, a quien se pasarán todas las causas contenciosas, que no sean de gobierno. Lo octavo: que esta misma Junta ha de publicar todos los días primeros del mes un Estado en que se dé razón de la administración de Real Hacienda. Lo nono: que no pueda imponer contribuciones, ni gravámenes al pueblo: ó sus vecinos, sin previa consulta y conformidad de este Exmo. Cabildo. Lo décimo: que los referidos Señores despachen sin pérdida de tiempo órdenes circulares á los Jefes de lo interior, y demás á quienes corresponda, encargándoles muy estrechamente, y bajo de responsabilidad, hagan que los respectivos Cabildos de cada uno, convoquen por medio de esquelas la parte principal, y mas sana del vecindario, para que formando un Congreso de solos los que en aquella forma hubiesen sido llamados, elijan sus Representantes, y estos hayan de reunirse á la mayor brevedad en esta Capital, para establecer la forma de gobierno que se considere mas conveniente. Lo undécimo: que elegido así el Representante de cada ciudad, ó villa, tanto los electores, como los individuos capitulares le otorguen poder en pública forma, que deberán manifestar cuando concurran á esta Capital, á fin de que se verifique su constancia; jurando en dicho poder no reconocer otro soberano que al Sr. D. Fernando VII y sus legítimos sucesores, según el órden establecido por las leyes y estar subordinado al gobierno que legítimamente les represente. Cuyos capítulos mandan se guarden y cumplan precisa, y puntualmente, reservando á la prudencia y discreción de la misma Junta el que tome las medidas mas adecuadas, para que tenga debido efecto lo determinado en el artículo diez, como también el que designe el tratamiento, honores, y distinciones del Cuerpo, y sus individuos, y que para que llegue a noticia de todos, se publique esta acta por bando inmediatamente, fijándose en los lugares acostumbrados. Y lo firmaron de que doy fé. Juan José Lezica; Martín Gregorio Yaniz; Manuel Mancilla; Manuel José de Ocampo; Juan de Llano; Jaime Nadal y Guarda; Andrés Domínguez; Tomas Manuel de Anchorena; Santiago Gutiérrez; Dr. Julián Leiva; Licenciado D. Justo José Núñez, escribano público y de Cabildo.