miércoles, 28 de julio de 2010

Abascal, virrey contrarevolucionario

Fernando de Abascal y Souza(1743-1821) era nativo de Oviedo, en el norte de España. Siguió una carrera militar y visitó América por primera vez en 1767, como un oficial subalterno asignado a la guarnición de Puerto Rico. Después de servir en España, regresó a América con la expedición de 1776 al Río de la Plata, que tomó el puesto portugués de Sacramento, en la banda oriental del río, y estableció un nuevo virreinato gobernado desde Buenos Aires. Tras servir en Santo Domingo y La Habana, fue a Guadalajara (México) en 1799 como presidente de la Audiencia. Nombrado virrey del Río de la Plata, Abascal fue transferido al Perú antes de que pudiera asumir su cargo en Buenos Aires, pero las complicaciones producidas por la guerra retrasaron su arribo a Lima hasta 1806, donde fue el virrey hasta 1816.
Reprimió con firmeza las conspiraciones contrarias a la persistencia del domino español en el Perú entre 1809 y 1810. mientras sus pares en otras capitales virreinales aceptaban las demandas revolucionarias. Peparó fuerzas expedicionarias con las que sofocó los primeros movimientos independentistas de Chile, Ecuador y el Alto Perú, y estuvo cerca de destruir la junta de gobierno patriota de Buenos Aires. Fue un convencido realista y absolutista, obstaculizó la implementación en el Perú de la constitución de Cádiz de 1812. Aunque el Perú sufrió un trastorno entre 1814 y 1815 por una seria insurrección en el Cuzco, seguía siendo un bastión del fidelismo cuando Abascal se retiró a la península en 1816.
Siguiendo a John Fisher en su libro El Perú Borbónico (IEP, Lima, 2000), por su papel represor fue honrado por el rey Fernando VII de España con el título de "Marqués de la Concordia".
Sus colaboradores principales fueron criollos o peninsulares de larga residencia en América pero de ideas o experiencias políticas diferentes a los colaboradores de los funcionarios que le precedieron. El 13 de julio de 1810 creó el Ejército del Alto Perú y puso al frente como comandante a José Manuel de Goyeneche, nacido en 1776, hijo de un navarro casado con una arequipeña. El Comandante Goyeneche, quien estudió en España donde hizo su carrera militar, llegó a ser la figura clave en la política externa del régimen entre 1809 y 1813; también su hermano mayor, que fuera nombrado Oidor del Cuzco en 1806, y de Lima en 1813, y otro hermano menor fue Obispo de Arequipa a partir de 1816.
Carlos IV lo nombró Caballero de Santiago, y Goyeneche regresó al Perú en diciembre de 1808 como Comisionado de la Junta Central y Brigadier del ejército. El Virrey Fernándo de Abascal y Sousa lo envió al Cuzco como Presidente interino el lo de setiembre de 1809, en la época de la primera intervención militar limeña en los asuntos del Alto Perú. El virrey lo puso por encima del Regente, el galaico Manuel Pardo y Ribadeneira.
Otro colaborador del virrey contrarevolucionario fue Juan Pío de Tristán y Moscoso (n. 1773), que perteneció a dos familias notables de Arequipa. Su padre era corregidor de Larecaja en el momento de la rebelión de Túpac Amaru. Pío Tristán y su hermano también recibieron su primera experiencia militar en España, y regresaron con Goyeneche. La carrera de Tristán revela las continuidades en la historia peruana en esa época, a pesar de la eventual ruptura con España y la formación de la República del Perú. En 1815, Tristán era Intendente de Arequipa, y en 1816 presidente interino del Cuzco.
Fue en Cuzco, en donde Goyeneche reclutó los soldados del Ejército del Alto Perú para combatir a los independentistas de Buenos Aires.

domingo, 4 de julio de 2010

Sobre la historia

El 1º de julio es el día del "historiador"; fecha elegida debido a que en ese día de 1812, el Primer Triunvirato emitió un decreto por el cual el gobierno "ha determinado se escriba la historia filosófica de nuestra feliz revolución". El trabajo de la primera historia argentina recayó en el Deán Gregorio Funes, autor del Ensayo de la Historia Civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán.
El hombre siempre manifestó la necesidad de contar sus experiencias, como individuo y como sujeto social. En sociedades ágrafas el relato oral, única vía para transmitir vivencias propias o escuchadas de terceras personas, necesitaba la concurrencia de público y narradores en un mismo espacio y tiempo.
El narrador siempre resigna referencias verificables para dar lugar a la intriga, a la aventura, a la historia. Ningún narrador pretende emular a Funes, el memorioso, de Jorge Luís Borges, capaz de relatos tan pormenorizados como carentes de análisis. Los relatores de historias no siempre sienten la obligación de la veracidad, sólo tienen que ser verosímiles, creíbles. Aquellos contadores de La Ilíada o La Odisea, no se cuestionaban por no diferenciar lo posiblemente humano de lo fantástico; tampoco lo hacían los oyentes, destinatarios pasivos y acríticos pero siempre presentes. Con la escritura aparecieron libros de historia y los relatos dejaron de ser fugaces impresiones para dar lugar a posibilidades de reflexión, consultas meditadas, cuestionamientos. También se superó la relación tempo espacial; la historia escrita nos permitió conocer escenarios no visitados y tiempos no vividos, sin la mediación del narrador en cuerpo presente. Desde Heródoto, la Historia como Memoria Humana pasó a ser una memoria más profunda y universal.
Tucídides superó las narraciones históricas que proponían explicaciones mágicas, cuando busco los motivos que provocaron la Guerra del Peloponeso. Explicaba a un público no presente, no necesariamente conocedor, las causas de un acontecimiento dejando de lado la intervención de los dioses para dar paso a las responsabilidades de los humanos en la construcción de su propio pasado. Con la aparición de las religiones de grandes masas, la inquietud por las causalidades humanas dejó de ser prioritaria y las causas últimas tanto como las primeras, fueron consideradas como parte de un Plan Universal. La fuente de conocimiento dejó de ser empírica o documentable y pasó la Biblia a ser fuente de Verdad única.
El desarrollo tecnológico aplicado y sostenido a partir del S XV, permitió la producción y circulación de conocimientos y las intencionalidades de relatos históricos se diversificaron. De este modo, la Revolución Francesa apuntó al desarrollo de ciudadanos, la valoración del Hombre y sus Derechos Universales; pero no mucho tiempo después, la política francesa se inclinó por relatos históricos que formaran patriotas, subordinando así al Hombre a las instituciones o sentimientos propios de la sociedad en donde vivía. El objeto de la Historia, la investigación y difusión de los hechos de los hombres en el pasado, siguió siendo el mismo pero no necesariamente eran las mismas conclusiones porque las motivaciones podían ser tan diferentes, como diferentes comenzaban a ser los criterios de verdad empleados. Las historias dejaron de ser universales y la Verdad dejó de escribirse en singular y perdió su omnipotencia.
Hoy, el historiador prohijado por el Estado o por fortunas personales, comparte su podio con los surgidos de las universidades democráticas, con investigadores sin títulos profesionales, con los que recogen voces en los pueblos levantando memorias olvidadas. Los historiadores tienen hoy un campo de investigación mucho más amplio, mejores herramientas, interlocutores que cuestionan, y sus obras nos aproximan al Conocimiento desde diferentes ángulos sin pretensiones de apropiación de la Verdad absoluta. Los docentes de historia de hoy, tenemos para estudiar y que estudiar, mucho y más variado que nuestros antecesores, en la búsqueda de que nuestros alumnos se formen en la diversidad y con espíritu crítico, para que en las Memorias de la Humanidad no se excluya a través nuestro al gran protagonista: el pueblo.
Juan Carlos Ramirez.