sábado, 29 de enero de 2011

Enigmas de la muerte de Mariano Moreno

En una carta fechada el 15 de enero de 1811 /Cornelio Saavedra/le escribía a su amigo y confidente Feliciano Chiclana, refiriéndose a Moreno: "Este hombre de baja esfera, revolucionario por temperamento y helado hasta el extremo (...) trató de que se me prendiese y aun de que se me asesinase...". Saavedra no tenía dudas, y fue él quien decidió entonces devastar a su enemigo. Esa fue, a la vez, la conjetura de Manuel Moreno, el hermano de Mariano, y la de Lupe, su viuda. Pero todo resultó más complicado.
La decisión política de la Primera Junta de traficar armas desde Inglaterra hasta el Plata a través de un complejo y secreto desvío edificó el resto de la intriga. El contrabando de armas y los contrabandistas, el espionaje y los espías, y las manchas de sangre de la historia ocuparon el centro de la escena. En efecto, el 24 de enero de 1811, a las seis y media de la tarde (nueve días después de la carta de Saavedra a Chiclana), Mariano Moreno se embarcó en "La Misletoe", anclado en la Ensenada, acompañado de su hermano y de su amigo Tomás Guido, más tarde confidente de San Martín, quien a la sazón gestionaba con agentes ingleses y masones su viaje libertador al Río de la Plata. En las radas neblinosas mil ojos saavedristas corroboraban el hecho de la partida. Eran esbirros al servicio de Pedro Medrano, espía y lobbista del presidente de la Junta. Un día después, los tripulantes trasbordaban hacia la fragata "La Fama", de bandera inglesa. La misma que envolvería el ataúd de Mariano Moreno, quien murió a los 32 años entre convulsiones y misterios el 4 de marzo a la madrugada, presuntamente de muerte antinatural, envenenado según su hermano, con una pócima preparada por el enigmático capitán de la fragata, el mismo que le suministró, según Manuel Moreno, una sobredosis letal de un emético, un vomitivo llamado antimonio tartarizado. A escondidas, el capitán, cuyo nombre se esfumó en el torbellino de los tiempos, le daba más gotas de las habituales de la pócima y Moreno empeoraba día a día. El marino desoía los ruegos de Manuel Moreno y de Tomás Guido para desembarcar al agónico Mariano en Río de Janeiro. No lo hizo.
Durante tres días y tres noches los tripulantes cantaron fúnebres canciones en inglés. Ya entonces, los morenistas de Buenos Aires eran encarcelados en masa y enviados al presidio huracanado de Carmen de Patagones, French y Beruti entre ellos. Simultáneamente, uno de los hijos de Cornelio Saavedra viajaba, comisionado por su padre, a comprar armas a los Estados Unidos.
El 2 de febrero, en el vestíbulo de su casa, Guadalupe Cuenca, la mujer de Moreno, había encontrado una caja negra sin tarjeta. La abrió en el acto, como quien desenmascara el rostro de la fatalidad. Adentro había un abanico negro, un velo negro y un par de guantes negros. Todavía Moreno navegaba a Inglaterra. En el Plata, las pasiones hervían. Las clases bajas, la chusma, según la terminología del partido morenista, apoyaban a Saavedra. Y los jóvenes ilustrados que se reunían para discutir sobre Rousseau en el café de Marco, a Moreno. Pero en todas partes crepitaban los espías y, entonces, los conciliábulos de los morenistas llegaban a la velocidad del rayo a los oídos de Saavedra. Este tenía motivos para temerle al secretario de la Junta. Cuando su gobierno deliberaba sobre el castigo que debía aplicárseles a los contrarrevolucionarios comandados por Santiago de Liniers, Moreno fue intransigente. Debían morir. Liniers había sido el héroe de la resistencia popular durante las Invasiones Inglesas. Y sin embargo, el 26 de agosto de 1810, por orden de Moreno, fue ejecutado tras su captura. Es célebre el escrito en el que el secretario de la Junta afirma que él mismo irá a matarlo "si fuera necesario y nadie se atreviera a hacerlo".
En el Plan Revolucionario de Operaciones como un modelo de acción específica para aquellos tiempos vertiginosos, Moreno escribió sin que le temblara el pulso: "No deba escandalizar el sentido de mis voces, de cortar cabezas, verter sangre y sacrificar a toda costa, aun cuando tengan semejanza con las costumbres de los antropófagos y caribes. Y si no, ¿por qué nos pintan a la libertad ciega y armada con un puñal? Porque ningún estado envejecido o provincias pueden regenerarse ni cortar sus corrompidos abusos, sin verter arroyos de sangre".
Saavedra tenía muy presente, además, el espinoso asunto del decreto de supresión de honores, surgido cuando un tal Atanasio Duarte, ebrio según los testigos, colocó sobre su cabeza una corona de azúcar, al tiempo que lo llamaba rey y emperador. Aquello desató la inmensa ira moreniana que consideró imperdonable aquella manifestación, prohibiendo de raíz todo ceremonial que exaltara a un gobernante por encima de cualquier otro mortal. A Atanasio Duarte se le perdonó la vida por el estado de embriaguez en el que se hallaba, pero se lo desterró a perpetuidad "porque un habitante de Buenos Aires ni ebrio ni dormido debe tener impresiones contra la libertad de su país". Saavedra firmó de muy mala gana el decreto, tanta como la inquina que empezó a fermentar contra Moreno.
Pero no eran sólo enconos personales, sino altos y complejos intereses del Estado naciente los que estaban en juego. En el Plan de Operaciones, Moreno, enigmáticamente postula "proponerle a Inglaterra un plan secreto". Casi no agrega datos al respecto, excepto unas pocas líneas en las que apunta literalmente que "con reserva y sigilo, se nos franqueen por la Corte de Inglaterra los auxilios de armamentos, por los justos precios, que bajo el respeto de su bandera se conduzcan (...) a los parajes de ultramar donde se les destine". Moreno viajaba a Inglaterra a conseguir esas armas para que, sorteando buques hispanos, llegaran a Buenos Aires. Sería necesario entonces simular otro destino para las municiones y no el que finalmente tendrían. Las armas serían utilizadas para combatir a los españoles. Pero Inglaterra, diplomáticamente, se manifestaba neutral en el conflicto. ¿Cómo podrían llegar esos pertrechos a Buenos Aires, sino de contrabando, eludiendo controles fiscales y aduaneros que delataran la complicidad británica en la guerra de los revolucionarios del Plata contra la España?

En setiembre de 1810, la Junta de Buenos Aires había nombrado en Londres a un representante oficial llamado Manuel Aniceto Padilla, con la misión de tramitar la compra de armas en Londres. Padilla tenía un socio político llamado John Curtis, un inglés a la vez relacionado con un general francés llamado Charles Dumoriez, traficante de municiones e intermediario entre la Corona inglesa y los compradores del Plata. Cuando Mariano Moreno embarcaba hacia Inglaterra, Padilla, Curtis y Dumoriez ya tenían cerrado el negocio. Según Manuel Moreno, Padilla se quedaría con una parte de los dividendos de la compra de armamentos. De hecho, lo acusó formalmente por "sacar partido de las presentes circunstancias, y por recibir de la corte de Inglaterra una pensión de 300 libras en calidad de espía". Manuel Moreno se amparaba en documentación interceptada por él mismo y por Tomás Guido. Incriminaron también a Curtis y de hecho acusaron a ambos judicialmente por "espionaje y quebrantadores de la fe pública". Entre las pruebas adjuntaron una carta que Curtis había acercado a Padilla, un memorándum supuestamente emitido por el gobierno argentino donde se afirmaba que "en caso de muerte de Mr. Moreno (Mariano) el contratante (Padilla) se dirija al propio Curtis para la ejecución del negocio".
Todo fue descripto en un alegato enviado desde Londres a la Junta de Buenos Aires, fechado el 31 de julio de 1811, en el que Manuel Moreno implicaba también al general Dumoriez.
Según esa línea de investigación, ni Dumoriez ni Padilla ni Curtis querían a Mariano Moreno en Londres. Mucho más tarde, el 25 de noviembre de 1815, el saavedrista Pedro Medrano redactaba una absolución pública de Padilla dejando constancia de "su celo, eficacia y exactitud con que este hombre se condujo en el desempeño de su misión en Londres". La historia ha pasado pero los enigmas no. Mariano Moreno yace junto a sus misterios en el más inasible y oscuro enclave del fondo del mar.

Por: Michel Mosse
(Publicado en alipso.com; 07/2003)

Grito de Asencio 28/02/1811

"Un puñado de orientales, cansados ya de humillaciones, había decretado su libertad en la villa de Mercedes (...) y la primera voz de los vecinos orientales que llegó a Buenos Aires fue acompañada de la victoria del 28 de febrero de 1811: día memorable que había señalado la Providencia para sellar los primeros pasos de la libertad en este territorio, y día que no podrá recordarse sin emoción, cualquiera que sea nuestra suerte". J. G. Artigas (1)
El "Grito de Asencio" fue el triunfo de los orientales en armas dirigidos por Venancio Benavídez y Pedro Viera frente a los españoles. Este hecho militar implicó la desobediencia al poder españolista impuesto desde Montevideo, permitió la toma de la villa de Mercedes y Santo Domingo de Soriano por los rebeldes que apoyaban el pronunciamiento de la Junta de Buenos Aires, configurando la "admirable alarma"(2): el comienzo de la revolución oriental en la campaña. "(...) él fue la alborada de la Revolución que empieza a conmover a las masas y muestra ya su signo más evidente: su carácter predominantemente rural"(3)
La crisis política en España por la invasión napoleónica desde 1808 había debilitado el poder de este imperio en América. Hacia 1810 la instalación del Consejo de Regencia en la península agravó los conflictos en la región del Plata. En la capital del virreinato del Río de la Plata, Buenos Aires, el virrey pierde apoyo militar, de comerciantes, letrados, sacerdotes y propietarios importantes de la ciudad Estos cuestionan la autoridad del nuevo gobierno en España, cesan al virrey Cisneros y establecen una Junta. En junio de 1810, se solicita el reconocimiento de la Junta al Cabildo Abierto de Montevideo, quien la rechaza y jura fidelidad al Consejo de Regencia. Esta actitud de Montevideo se explica por el predominio en la ciudad de militares y marineros españoles, y por la rivalidad comercial y portuaria con Buenos Aires. Mientras en la campaña oriental, los pueblos que se encontraban bajo la jurisdicción montevideana acataron la resolución de la ciudad (ej: Villa de Guadalupe); los de la jurisdicción bonaerense apoyaron la junta revolucionaria, pero fueron presionados por el gobierno de Montevideo para no reconocerla oficialmente (ej.: Maldonado). Así comienza un proceso de división en el territorio oriental entre la ciudad españolista y la campaña revolucionaria.
En enero de 1811 Elío llega a Montevideo desde España con el título de Virrey, y desde ese momento inicia los preparativos para declarar la guerra a Buenos Aires, lo que hará el 12 de febrero. Para ello toma una serie de medidas fiscales que le permitan hacerse de recursos: regularización de títulos de propiedad de tierras para el pago de la contribución, solicitud de donativos patrióticos, impuestos a las importaciones de cuero, tabaco, control del contrabando permitiendo el comercio sólo a buques autorizados y a través de intermediarios nacionales. Estas medidas perjudicaban a hacendados, comerciantes, barraqueros y navieros en su actividad mercantil que venía decayendo por la situación de crisis y el control español del comercio, ya que impedía el comercio con los ingleses. A estas medidas fiscales se suman los empréstitos forzosos al clero, empleados, propietarios, artesanos, hacendados, comerciantes, y el uso de la fuerza para coaccionar a los pueblos a reconocer la autoridad de Montevideo. En consecuencia, algunos jefes militares al servicio del gobierno español, pero con gran asidero en la campaña oriental, se pasan al bando revolucionario, como es el caso de Artigas el 15 de febrero de 1811, quien abandona las fuerzas españolas de Colonia y solicita auxilios al gobierno de Buenos Aires para los levantamientos en la campaña.
Es en este clima de disconformidad y resistencia a lo que consideraban opresión por parte del gobierno españolista en Montevideo, que se genera el levantamiento armado de Asencio, comenzando la revolución oriental.

Citas:
(1) Oficio fechado en el Cuartel General en el Daymán, 7 de diciembre de 1811, en el que Artigas describe al "Señor Presidente del Paraguay", lo que denomina la "admirable alarma". Citado por W. Reyes Abadie, O. H. Bruschera, T. Melogno: "El Ciclo artiguista" Tomo 1, UDELAR, Montevideo, 1968. Pág. 63-65.
(2) Idem. Pág. 65.
(3)W. Reyes Abadie, O. H. Bruschera, T. Melogno: "El Ciclo artiguista", Tomo 1, UDELAR, Montevideo, 1968. Pág. 65.
Publicado en el Portal Educativo de Uruguay, visto el 28/01/2011

miércoles, 19 de enero de 2011

16 de enero de 1811

Carta del doctor Manuel Felipe de Molina al doctor Antonio Alvarez de Jonte, avisándole que por la ausencia del Dr. M. Moreno, la Junta le había encargado la correspondencia con él. Formula consideraciones acerca de las funciones que tocan a un negociador.

Señor Doctor Don Antonio Alvarez de Jonte.
Santiago de Chile
Buenos Ayres, Enero 16 de 1811_
Muy Señor mio: por la ausencia del Secretario de esta Junta Doctor Don Mariano Moreno se me há encargado por ella siga con la correspondencia de Usted. Al efecto tengo á la vista todas sus cartas á dicho Secretario, y otros Papeles que le remitio Usted en diferentes ocasiones. Parece que no llevaría copiador de las que el dirigía á Usted ni de las instrucciones que és regular se le hayan comunicado para el desempeño de su comision; por que nada de esto me há pasado; á excepcion de un borron, sin fecha, ni encavezamiento de cierto tratado de amistad, y alianza, comprendido en seis capitulos, que por la ultima de Usted de 24,, de Diciembre del año proximo, infiero haberle remitido con la de 1º del mismo, cuyo recibo le acusa.
Por el contexto de su referida del 24.., hemos visto con agrado, que las diferencias y pretensiones encontradas de esos Señores Vocales sobre los nombramientos de comandantes, que empezaron á turbar la quietud publica de esa Capital segun anunciaba Usted por la del 10.., hán terminado felismente y el Pueblo se halla restablecido á su antiguo estado de tranquilidad, y reposo. Debiendo, como debe sér nuestra amistad con ese Govierno, sincera, pura, y generosa, y siendonos por otra parte verdaderamente interesantes sus relaciones, nunca podemos, ni debemos vér con indiferencia qualesquiera contrastes que sean capaces de alterar su constitucion, y felicidad. Y asi me parece, que en el interes que Usted tomó, luego que advirtio levantarse la llama de la discordia, en sofocarla, y sostener la union, y feliz armonia que tanto importa á los Pueblos, por los medios politicos, y urbanos, que indica Usted en su citada del diez; há llenado sin duda uno de los deberes mas sagrados de la amistad, que este Govierno profesa generosamente á ese: al paso que siendo tambien uno de los objetos principales de un Negociador, el ganar en favor de su Nacion la voluntad de aquella cerca de la qual és embidiado, se dexa vér muy facilmente la delicada politica de Usted; por que unos oficios semejantes no podrán menos que grangearnos la confianza, y afecto de ese dicho Govierno, y de todo el Pueblo de Chile.
Haviendo tocado este punto no puedo excusarme de decir á Usted francamente mi Sentir en orden á esas cosas de palisas y de poner en choque las pasiones, etc., etc. Mis observaciones, Serán muy sencillas y aunque tal vez no falte quien las califique de vulgares, no por esto me retraeré de indicarlas á Usted confesando con ingenuidad que és muy pobre ó ninguna mi politica para ser capaz de alianzar los secretos de esas medidas. El objeto mas esencial de su mision á esa, con el caracter de Enviado de esta Junta, és precisamente el mantener una buena amistad entre ambos Goviernos, y procurar apartar quanto pueda alterarla. ¿Quien podrá no conocer los riesgos que contra este designio ofrece aquella conducta? Lo mismo digo con respecto al otro objeto, indicado yá, de ganar a favor de nuestro Govierno la voluntad y afecto de ese, y de todos sus habitantes.
Además de esto, yo estoy persuadido que nosotros no tenemos que mesclarnos en la economia interior de ese Govierno. Cual quiera que sea su política en no faltando a nuestras relaciones y tratados, si los celebramos, todo lo demas parece que ni debe darnos cuidado, ni debe ocupar nuestra atencion: ellos son libres para constituirse acomodandose á sus circunstancias; y en mi concepto ni és justo, ni és politico que querramos darles la Ley, ó amoldarlos en todo á nuestras ideas. Esto puede excitar los zelos, ó á lo menos el desagrado; y nosotros queremos con sinceridad su alianza y amistad, governandose ellos para sus Leyes, y nosotros para las nuestras. No entienda Vuestra Merced que esto és prescrivirle nuevas reglas, ó darle instrucciones contrarias á las que tenga de ante mano. Yá hé dicho que yo no tengo noticias de las que se le tengan comunicadas; y si hé entrado en el detalle de mis conceptos sobre el punto que véo en las suyas de palisas etc., és por que ignorando los ocultos motivos, ó designios de esas medidas, ellas en si me parecen repugnantes á nuestro objeto, y mucho mas á la pureza, integridad, circumspeccion y buena fée, que sin duda alguna deben hacer los caractéres de un Embiado publico.
Vuestra merced se servirá ilustrarme con franqueza sobre estos puntos, comunicandome con la misma quanto estima digno de la Superior consideración de la Junta, por cuyo encargo, como hé dicho al principio debo continuar en la correspondencia de Vuestra merced. Esta ocasion me proporciona la de tener el honor de ofrecerme a Vuestra merced con la mas ingenua voluntad.
Deseo se digne Vuestra merced aceptar mis votos mandando en quanto guste á este su Servidor atento Que Besa Su Mano.
Doctor Manuel Felipe de Molina.

Posdata:
Después de escrita esta se me há prevenido por la Junta signifique a Vuestra merced, que seria mui combeniente se insinuase Vuestra merced con ese Govierno sobre prohibir la extraccion de frutos de esos Payses al Virreynato de Lima, o impedir todo Comercio. Para esto parece que hay causas muy justas por parte de dicho Govierno: Vuestra merced que esta mejor impuesto de ellos sabra hacerlas valer oportuna y diestramente a fin de inclinar al intento el animo de esos Señores; quienes no dejarán de conocer que este será un medio el mas a proposito para recordar a los Limeños de su letargo, y hacerles reflexionar sobre la necesidad en que se hallan de mirar por sí; sostener sus derechos, y uniformarse con el sistema general de las Americas de defender su livertad. Ello es que la privación de los frutos de esos Payses, que no pueden suplir por otra parte, forzosamente les hará sentir la necesidad de nuestras relaciones reciprocas, las que no pudiendo conservarse en la diversidad de sistemas, o Goviernos, les obligarán por fuerza á adoptar nuestros justos principos, etc. Vale.
La Junta ha acordado a Vuestra merced la asignación de cien pesos mensuales como sele avisará por Secretaria

domingo, 2 de enero de 2011

Castelli, Moreno, Viamonte

El 15 de noviembre de 1810, la Junta de Buenos Aires designo a Viamonte como “segundo Gefe de la Expedición destinada al auxilio de las Provincias interiores”(www.generalviamonte.com). El Ejército del Norte, vencedor en la batalla de Suipacha, estaba comandado por el general Antonio González Balcarce y por el Dr. Juan José Castelli. Viamonte llegó a su destino el 2 de enero de 1811 y tomó la jefatura del ejército ya que Balcarce y Castelli se encontraban ausentes en la ciudad de La Plata – actual Sucre (ver nota anterior).
En Buenos Aires, también un 2 de enero de 1811, Mariano Moreno era designado Ministro (diplomático) ante Gran Bretaña.
La tragedia de Huaqui y la no menos trágica muerte de Moreno, se acercaban.