jueves, 27 de diciembre de 2012

La Libertadora del Libertador


 El 27 de dciembre de 1797 nació en Quito, Manuela Sáenz Aizpuru. Hija del español Simón Sáenz Vergara, y de la criolla María Joaquina de Aizpuru (se cree que falleció el día que nació Manuela o, dos años más tarde).
Manuelita se crió en el Convento de las Monjas Conceptas (Real Monasterio de la Limpia e Inmaculada Concepción), y luego estudió en el monasterio de Santa Catalina de Siena (Quito), de la Orden de Santo Domingo. Aprendió a bordar, a elaborar dulces y a comunicarse en inglés y francés, habilidades y labores con las que se mantendría en sus años de exilio en Paita (Perú). A los 17 años huyó del convento, se cree, con un oficial del Ejército Real, y en diciembre de 1816 conoció en Quito al médico James Thorne, veintiséis años mayor que ellas. Se pactó la boda para julio de 1817, en Lima, ciudad que no conocía las condiciones «ilegítimas» de su nacimiento.
Se involucró en actividades políticas, apoyando la causa de Bolívar en la Nueva Granada y de San Martín en el Perú. Contribuyó en el cambio del Batallón Numancia, del cual formaba parte su hermano José María, hacia las filas patriotas. José de San Martín, luego de tomar Lima y proclamar su independencia el 28 de julio de 1821, le confirió a Manuelita Sáenz el título de Caballeresa de la Orden “Sol del Perú”. Manuela, quien regresó al Ecuador en 1821 para reclamar su herencia, se encontró el 16 de junio de 1822 con Simón Bolívar, durante la entrada triunfal del Libertador a Quito. Así describe el momento en su diario: “Cuando se acercaba al paso de nuestro balcón, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé para que cayera al frente del caballo de S.E.; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la caída, a la casaca, justo en el pecho de S. E. Me ruboricé de la vergüenza, pues el Libertador alzó su mirada y me descubrió aún con los brazos estirados en tal acto; pero S. E. se sonrió y me hizo un saludo con el sombrero pavonado que traía a la mano”.
Manuela y Simón Bolívar se convirtieron en amantes y compañeros de lucha. En 1823, le acompañó al Perú y permaneció a su lado hasta culminar la gesta libertadora. Manuela Sáenz combatió en la Batalla de Pichincha, recibiendo el grado de teniente de húsares del Ejército Libertador. Posteriormente luchó en Ayacucho bajo las órdenes del mariscal Antonio José de Sucre, quien le sugirió a Bolívar su ascenso a coronela, rango que le fue concedido. Lograda la Independencia, Bolívar y Manuela se radicaron en la ciudad de Santa Fé de Bogotá, donde el 25 de septiembre de 1828, el Libertador sufriría un atentado que se frustró gracias a la valiente intervención de Manuelita. Sus enemigos políticos, conjurados para darle muerte aquella noche, fueron descubiertos por Manuela al entrar al palacio de San Carlos (actualmente sede de la Cancillería de Colombia). La valiente mujer se plantó frente a los rebeldes, dando tiempo a que Bolívar salvara su vida escapando por la ventana. Por estas acciones, el mismo Bolívar la llamó la Libertadora del Libertador. Después del fallecimiento de Bolívar, el gobierno de Francisco de Paula Santander desterró a Manuelita Sáenz de Colombia, por lo cual hubo de marchar exiliada a Jamaica. Regresó a Ecuador en 1835, pero su pasaporte fue revocado, decidiendo entonces instalarse en el pueblo de Paita, al norte del Perú. Allí sería visitada por Giuseppe Garibaldi, el escritor peruano Ricardo Palma (que se basó en sus relatos para redactar parte de sus Tradiciones peruanas), y el venezolano Simón Rodríguez. Durante los siguientes 25 años viviría de la venta de tabaco, de traducir y escribir cartas para los balleneros americanos que pasaban por la zona, de bordar y hacer dulces por encargo. Manuelita Sáenz falleció el 23 de noviembre de 1856, a los 59 años de edad, en la población de Paita, Perú, durante una epidemia de difteria que azotó la región. Su cuerpo fue sepultado en una fosa común del cementerio local y todas sus posesiones fueron incineradas, incluyendo una parte importante de las cartas de amor de Bolívar y documentos de la Gran Colombia que aún mantenía bajo su custodia. Manuelita entregó a O’Leary gran parte de los documentos con que este elaboró la voluminosa biografía sobre el Libertador, de quien Manuela llegó a decir: «Vivo adoré a Bolívar, muerto lo venero». El 5 de julio de 2010, fue colocado en el Panteón Nacional un cofre que contiene tierra de la localidad peruana de Paita, donde fue enterrada Manuela Sáenz. Estos restos simbólicos reposan en un sarcófago junto al Altar Principal, donde yacen los restos de Simón Bolívar. Adicionalmente, a Sáenz se le concedió póstumamente el ascenso a generala de división del Ejército Nacional Bolivariano por su participación en la guerra independentista, en un acto al que asistieron los presidentes de Ecuador y Venezuela.
Nota elaborada en base al artículo publicado en www.pgr.gob.ve

viernes, 26 de octubre de 2012

Base Vicecomodoro Marambio

Geografía.
La isla Vicecomodoro Marambio, emergió del mar en épocas remotas y su meseta, que se elevó a 198 metros sobre el nivel del mar, tiene una superficie semiplana con un suelo formado por barro de tierra arcillosa congelado (permafrost) aflorando piedras y rocas de distintos tamaños, diseminadas en toda su extensión. Esas características permiten que la meseta sea barrida habitualmente por fuertes vientos Antárticos, que evitan la acumulación de nieve. La isla en cartas antárticas antiguas es señalada con el nombre de Seymour, en honor a un marino inglés que frecuentó la zona a fines del siglo XIX, pero tomó su nombre actual en 1956.

La historia.
La fundación de la Base coincide con la inauguración de la primera pista de aterrizaje de tierra en el Continente Antártico. Ello permitió romper el aislamiento porque con esta capacidad funcional se pudo superar el aislamiento, con el traslado de personal, apoyo logístico, emergencias, evacuaciones, alternativas de vuelo, apoyo a la búsqueda y salvamento, debido que se pueden desplazar en pocas horas los medios aéreos necesarios ante cualquier eventualidad sin tener que esperar los días que demanda una navegación al lugar y las condiciones favorables que solo se da en épocas estivales.
La acción de la Fuerza Aérea en la zona se remonta al 1 de diciembre de 1951, cuando al mando del Vicecomodoro Gustavo Argentino Marambio sobrevoló la bahía Margarita en el sector noroeste de la península antártica, y en 1952, ya siendo Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea de Tareas Antárticas, sobrevoló y estudió posibles lugares de aterrizaje. En la década del 60 la Fuerza Aérea se empeñó en localizar una zona apta para habilitar una pista de aterrizaje destinada a la operación regular y continua de aeronaves de gran porte con tren de aterrizaje con ruedas, sin utilizar los sistemas de esquies.
El día 25 de noviembre de 1968, un helicóptero embarcado en el rompehielos General San Martín (Q4), tripulado por el Primer Teniente Enrique Pessana y el Teniente Ricardo Ciaschini, se posó sobre la meseta de la isla Vicecomodoro Marambio, ya nominada así. El Vicecomodoro Gustavo Argentino Marambio nació en Córdoba el 21 de septiembre de 1918 y falleció en un accidente aéreo el 12 de noviembre de 1953 y en su homenaje la isla lleva su nombre. Llevaban a bordo al geoglaciólogo, Dr. René Edgar DALINGER, quien recogió muestras de terreno, efectuó mediciones y observaciones de la zona.
Así se llega al 29 de octubre de 1969, fecha de trascendencia nacional, histórica y geopolítica, porque a partir de entonces se inicia una nueva era al romperse el aislamiento. En las primeras horas de aquel día, decoló de la Base Matienzo el avión Douglas C-47 matrícula TA-05, que utilizando esquíes aterrizó en Marambio. Allí se le desarmó el sistema de esqui-ruedas y quedó con el tren de aterrizaje normal, emprendiendo su último viaje por el Continente Antártico con destino a río Gallegos y luego a Buenos Aires, para incorporarse al Museo Nacional de Aeronáutica.

 
Nota elaborada en base a datos de la Fundación Marambio

sábado, 15 de septiembre de 2012

Julieta Lanteri

Julia Magdalena Angela Lanteri llegó desde Italia a nuestro país, en 1873. Los Lanteri, con “Julieta”, fueron a vivir a La Plata, en donde ingresó al Colegio Nacional a los trece, y a los dieciocho años decidió estudiar Medicina. En 1906 integró el Centro Feminista del Congreso Internacional del Libre Pensamiento que se hizo en Buenos Aires, junto a Alicia Moreau, Sara Justo y Elvira Rawson, entre otras, para reclamar por los derechos cívicos femeninos. A los treinta y seis años se casó con Alberto Renshaw, estadounidense criado en España 14 años menor que ella
Fue la sexta médica recibida en Argentina y junto con la primera egresada, la Dra. Cecilia Grierson, fundó la Asociación Universitaria Argentina. Tenía treinta cuatro años cuando le aprobaron su tesis doctoral, y recibió el grado de Doctor en Medicina y Cirugía. Julieta quiso especializarse en salud mental e intentó una adscripción como docente pero su pedido fue denegado "con la excusa de su condición de extranjera". Se presentó entonces a reclamar la ciudadanía y consiguió un fallo favorable en primera instancia, pero el procurador fiscal desestimó la sentencia al señalar que se trataba de una mujer casada y como tal requería del permiso del esposo; finalmente obtuvo la carta de ciudadanía el 15 de Julio de 1911 (la segunda otorgada en Argentina). En 1910 propició y participó en el Primer Congreso Internacional de la Mujer, junto a Belén de Sárraga, masona española y dirigente de la Federación Argentina de El Derecho Humano. En 1913, organizó el Primer Congreso del Niño y en 1918 fundó y presidió el Partido Feminista Nacional, Un año después fue candidata a diputada.
 Fue la primera mujer que sufragó en Sudamérica, ocasionándole problemas, ya que después de esto el voto femenino fue prohibido por las autoridades. En 1911 la Municipalidad de Buenos Aires convocó para que actualizaran los datos en los padrones, en vistas a las elecciones municipales de legisladores. Llamó a que lo hicieran "los ciudadanos mayores, residentes en la ciudad por lo menos desde un año antes, que tuvieran un comercio o industria o ejercieran una profesión liberal y pagasen impuestos comunales por valor de 100 pesos como mínimo". Julieta, advirtió que nada se decía sobre el sexo por lo que se inscribió el 16 de julio de 1911, un día después que le fuera dada la carta de ciudadanía, en la Parroquia San Juan Evangelista de La Boca, que era la que correspondía por su domicilio. El día de las elecciones, 26 de noviembre de ese año, votó en el atrio de aquella iglesia. Su voto fue firmado por el Dr. Adolfo Saldías, presidente de mesa, quien se alegró "por ser el firmante del documento del primer sufragio de una mujer en el país y en Sudamérica". Poco tiempo después, el Concejo Deliberante porteño sancionó una Ordenanza donde especificaba que estaba prohibido el voto de las mujeres porque el empadronamiento se basaba en el registro de empadronamiento. Al enterarse de eso, Julieta Lanteri se presentó ante registros militares de Capital Federal, solicitando ser enrolada y acudió al Ministro de Guerra y Marina.


En vísperas de los comicios nacionales de 1919 descubrió que su nombre no figuraba en los padrones y volvió a recurrir a los tribunales, pero su reclamo fue rechazado con el argumento de que debía exhibir la libreta de enrolamiento. Encontró que la Constitución nacional vedaba la posibilidad de votar a las mujeres pero no la de ser elegidas y creó su propia agrupación, el Partido Nacional Feminista, y en abril de 1919 se presentó como candidata a diputada; primera mujer candidata política. Hizo campaña en las calles, hablando también en los intervalos de las funciones del cinematógrafo, empapeló la ciudad con sus afiches: "En el Parlamento una banca me espera, llevadme a ella", fue su slogan. Consiguió 1.730 votos pero como no fue legalizada para ingresar al parlamento organizó junto con Alicia Moreau de Justo un empadronamiento provisorio femenino y encabezó en Plaza Flores el primer simulacro de votación callejera. Este mitin congregó más de 4.000 porteñas, llamando la atención de las feministas en el mundo.
A principios de 1920, el Senador Dr. Juan B. Justo la incluyó en su lista del Partido Socialista junto a Alicia Moreau de Justo. En 1924, año en que triunfó el Dr. Alfredo Palacios, Julieta lo siguió en cantidad de votos obtenidos. Los principios de su partido se incorporaron a partidos nacionales en San Juan y Mendoza. Bregó por derechos y mejoras laborales femeninas e infantiles y jamás dejó de reclamar en los cuarteles y hasta frente al ministro de Guerra de Yrigoyen que le permitieran hacer el servicio militar para poder así conseguir libreta de enrolamiento e incorporarse al padrón.
"La mujer librepensadora" es el texto de una conferencia dictada por Julieta Lanteri en la Logia 12 de Octubre (masónica). Dicha Logia integró los Talleres de la Gran Logia Filial Hispano-Argentina bajo los auspicios del Grande Oriente Español en suelo nacional. Luego, junto a los otros Talleres del GOE, constituyó la Gran Logia Nacional Argentina (1926-1932). Lamentablemente, cuando un auto dando marcha atrás en la esquina de Diagonal Norte y Suipacha la golpeó mortalmente a la edad de 59 años. Eran las 3 de la tarde del 23 de febrero de 1932, dos días más tarde fallecía la gran defensora de los derechos cívicos de la mujer argentina

jueves, 5 de julio de 2012

Juana Azurduy - Capitana del Ejército

Oficio de Manuel Belgrano al gobierno de Buenos Aires, poniendo de relieve la heroica actuación de Juana Azurduy de Padilla. Tucumán, 26 de julio de 1816. Archivo General de la Nación. Sala X-23-2-3

"En el número de 700 hombres entre la caballería salieron de Chuquisaca con el objeto de aniquilar las tropas que componían mi División, y más sabiendo de la ausencia que hice al pueblo de Pomabamba, con el fin de allanar las disensiones domésticas apenas estaría un día en aquel lugar, cuando se me da el parte de la acelerada marcha del enemigo, sin que por mi ausencia se me dedicase ningún comandante de los de mi satisfacción a impedir este veloz viaje tan ruinoso para los habitantes de mi Provincia, y sirviéndome este aviso de suficiente motivo para mi regreso, encontré en ella dispersión de mis tropas y sin más rumbo que la anarquía, y el desorden causado por el oficial indecente Pedro Terraras y Narciso Callejas, a quienes dándoles el pronto destino de Santa Cruz pude organizar nuevamente para formar con ellas las defensas en los puntos más aparentes, dando lugar a que el enemigo se internase al centro de mi Provincia y cortarle después todos los auxilios y correspondencia que pudiera tener con la ciudad de la Plata.
Para que mis designios se efectuasen, me puse con mi división en el punto de San Julián una legua distante de la Laguna, lugar donde hizo su Cuartel General el enemigo situando en el oriente, en la parte del Sur, que es el Villar, a mi esposa, doña Juana Azurduy con treinta fusileros y doscientos naturales con toda arma: en el punto de Sopachuy que hace en el intermedio del Sur y Occidente al capitán don Jacinto Cueto, con cuarenta fusileros, treinta lanceros y quinientos naturales de toda arma, y los mas de ellos bien cabalgados. En el punto de Tarabuco que hace al occidente, al comandante don José Serna con treinta fusileros y con todos los naturales de aquella doctrina, que pasaban de dos mil hombres; quienes con sobrada energía, amor e intrepidez por la sagrada causa de la patria, miraban con desprecio sus vidas por oprimir al enemigo intruso, e interceptar sus correspondencias; colocados pues en los indicados puntos mandé que alternativamente hostilizasen al enemigo con frecuentes guerrillas expedidas por sus partes: el día tres de marzo dispuse una guerrilla por mi parte, a la cual concurrió el enemigo con todo su trozo que a no haber logrado de un punto ventajoso del que podía ofender, con sobrada seguridad mis determinaciones hubieran estribado en la seguridad del retiro, y del que tal vez presumió el enemigo haberlo verificado así, por la poca gente que se le apareció respecto de estar la mayor parte ..."


► Homenaje de Felix Luna y Ariel Ramirez 

Transcripto por: Juan Carlos Ramirez (Documento del A.G.N.)

domingo, 20 de mayo de 2012

Bicentenario y Tradicionalismo

Conocer y festejar los acontecimientos fundamentales de la historia patria es un honroso deber de justicia con nuestros antepasados y una grave responsabilidad respecto de las nuevas generaciones. Por eso es importante saber qué es lo que celebramos en esta jornada cívica. Hay quienes han enseñado que los hechos del Año X fueron una copia de la Revolución Francesa – laicista y regicida -, una rebelión contra la Tradición religiosa y cultural heredada de España o un acto cómplice con las pretensiones colonialistas de Gran Bretaña. Lo cual complica el explicar un acontecimiento como este a hermanos españoles, con quienes compartimos los mismos ideales. Sin embargo, la buena voluntad de ambas partes puede ayudar a un diálogo fecundo, partiendo aquellos principios que nos unen: la fidelidad a la Religión Católica y a la Tradición de las Españas. Como punto de partida dejemos centrado que existieron cuatro tendencias en torno a la Revolución de Mayo: dos impulsoras de la misma y dos contrarias. De las impulsoras, una fue de tendencia tradicionalista (Saavedra) y otra liberal (Mariano Moreno). De las contrarias, una fue igualmente tradicionalista (Abascal, Liniers, Elío) y otra liberal (Consejo de Regencia y Cortes de Cádiz). Las razones por las que adherimos a la Revolución de Mayo en su tendencia tradicionalista encabezada por Don Cornelio Saavedra (Presidente de la llamada Primera Junta) es el objeto principal de estas líneas. Pero los principios religiosos y políticos de los que partimos nos hacen mirar con comprensión, simpatía y respeto la reacción contraria de Liniers, así como nos llevan a rechazar el “Mayo de Mariano Moreno” como el “Anti Mayo” del Consejo de Regencia y de las Cortes de Cádiz.
Como cualquier hecho histórico, la Revolución de Mayo obedeció a múltiples factores que no es posible reseñar en estos momentos. Es cierto que minorías iluministas y agentes ingleses quisieron aprovechar para oscuros propósitos la instalación de la Primera Junta, como lo hacían simultáneamente con los heroicos defensores de la Independencia española que combatían a Napoleón. Pero fue precisamente el Presidente de dicha Junta (principal protagonista de la gesta), quien se encargó de dejar bien sentado los alcances de la Revolución. Don Cornelio Saavedra, que de él estamos hablando, había dicho al Virrey Cisneros que “no queremos seguir la suerte de España ni ser dominados por los franceses, hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos”. En efecto, como consecuencia de la Conferencia de Bayona en 1808, Carlos IV y Fernando VII habían entregado España y los reinos americanos al despotismo de José Bonaparte, facilitando además la invasión napoleónica. Sin embargo, tanto en la Península como en el Nuevo Mundo, los pueblos – suponiendo que Fernando había actuado bajo presión – formaron Juntas a su nombre – “Por Dios, por la Patria y el Rey” como se decía - para resistir a los franceses. La Junta Central de Sevilla se atribuyó por aquel entonces el gobierno de América, aunque no tenía títulos legítimos para pretender nuestra obediencia, ya que las Indias eran autónomas y sólo al Rey debían fidelidad (como había dispuesto en 1519 el Emperador Carlos V). En realidad, dicha autonomía ya venía siendo atropellada por los Borbones desde su llegada a la Corona en 1713, y los americanos temían que las autoridades peninsulares y quienes a ellas respondían – como el Virrey Cisneros en Buenos Aires o el Gobernador Elío en Montevideo - siguieran cercenando nuestros fueros o negociando la libertad americana frente a Napoleón, los ingleses o los portugueses. Por eso, cuando en mayo de 1810 se supo en el Río de la Plata que aquel organismo – la Junta Central - había desaparecido, y que toda España – excepto la Isla de León – estaba ocupada por los ejércitos del Gran Corso, los vecinos principales de Buenos Aires presionaron para deponer al Virrey y lograr el autogobierno. Así formamos el Primer Gobierno Patrio, sin romper los vínculos con Fernando VII (uno de los que votaron por la destitución del Virrey, el célebre Padre Chorroarín emitió su voto diciendo que lo hacía “Por Dios, por la Patria y por el Rey”), en la esperanza de que vuelto al Trono respetara nuestra libertad, aunque preparándonos también para la Independencia si España se perdía definitivamente en manos de Napoleón o si Fernando regresaba como monarca absoluto y centralista.
El primer gobierno patrio fue pues, un acto de fidelidad heroica a un Rey que no merecía ya nuestro vasallaje, a la vez que una medida prudente para preparar la posible independencia. Autonomía respecto de la España peninsular, defensa frente a Napoleón y fidelidad a los valores de la Tradición, esos fueron los móviles de la Revolución de Mayo en protagonistas como Don Cornelio Saavedra o el Padre Chorroarín y en la interpretación posterior de otros patriotas que tuvieron relevancia tanto en aquellos hechos como en la Declaración de la Independencia. Me refiero a próceres de pensamiento tradicional y católico como Don Tomás Manuel de Anchorena o el Padre Castañeda .
Quienes quisieron desviar la Revolución de Mayo de ese camino, como Moreno o Castelli – instaurando un terrorismo jacobino, propiciando o tolerando el libertinaje y la impiedad religiosa, negando los derechos de las provincias, cediendo a las pretensiones británicas – fueron apartados sin contemplaciones. Es lo que se desprende del epistolario de Don Cornelio Saavedra. En carta a Chiclana del 15 de enero de 1811, decía el Presidente de la Primera Junta: “El sistema robesperriano que se quería adoptar (…), la imitación de revolución francesa que intentaba tener por modelo gracias a Dios que han desaparecido (…). Los pueblos deben comprender ya que la Ley y la Justicia son únicamente las reglas que dominan: que las pasiones, los odios y particulares intereses eran (…) diametralmente opuestas al ejercicio de las virtudes”. Por su parte, en carta a Viamonte del 17 de junio de 1811 sostenía: “¿Consiste la felicidad general en adoptar la más grosera e impolítica democracia?”- es decir, no una sana aplicación del “principio democrático”, sino una democracia relativista y demagógica – “¿Consiste en que los hombres hagan impunemente lo que su capricho o ambición les sugiere? ¿Consiste en atropellar a todo europeo, apoderarse de sus bienes, matarlo, acabarlo y exterminarlo? ¿Consiste en llevar adelante el sistema de terror que principió a asomar? “– como sucedió con el fusilamiento de Liniers o las tropelías cometidas por los hombres de Castelli en el Alto Perú- “¿Consiste en la libertad de religión?”, es decir en el indiferentismo y el secularismo. “ Si en eso consiste la felicidad general, desde luego confieso que ni la actual Junta provisoria, ni su presidente tratan de ella; y lo que más añado que tampoco tratarán mientras les dure el mando”.
La Revolución de Mayo desembocó finalmente – luego de seis difíciles años – en la Declaración de la Independencia. Fueron la religión, el orden, la justicia, la tradición, las libertades concretas, los valores que presidieron a los más esclarecidos de nuestros patriotas. No el laicismo, el igualitarismo, el espíritu revolucionario o las “libertades de perdición”, como llamarían los Papas del siglo XIX a los falsos derechos surgidos de las revoluciones liberales – y que encandilaban a la facción “ilustrada” del bando patriota-. Con justa razón afirmaba en 1819 el Padre Castañeda – uno de los líderes de nuestra Independencia –: “no nos emancipemos con deshonor como rebeldes, forajidos y ladrones, sino con el honor correspondiente a los que hemos sido hijos y vasallos de la corona. Motivos hay muy justos para separarnos, sobran las razones para la emancipación: la ley natural, el derecho de gentes, la política, y la circunstancias todas nos favorecen (…) La piadosa América cuando determina emanciparse no es sino para renovar su juventud como la del águila, (…) para ser el emporio de la virtud, el templo de la justicia, el centro de la religión y el ´non plus ultra´ de la hidalguía, de la nobleza, de la generosidad y de todas las virtudes cívicas”.
Es nuestro deber como cristianos y como argentinos no dejar que nos falsifiquen la historia, que nos roben la memoria colectiva, que nos oculten el ejemplo de nuestros arquetipos. Los Padres de la Patria independiente nos han marcado el camino. Forjar una Nación justa, una Nación libre, una Nación cristiana., fieles a los principios de la Hispanidad Tenemos fueros limpios. Seamos fieles a esa herencia

Por: Fernando Romero Moreno. Profesor Superior Universitario en Abogacía UCA. Revista “Ahora Información” (Comunión Tradicionalista Carlista), Nº 105, Julio- Agosto de 2010, “Bicentenario de Mayo: explicación desde el otro lado del Océano”

jueves, 22 de marzo de 2012

Yatasto

Los que estudian economía colonial, acuerdan que la creación de nuevos epicentros de poder económico, como Potosí, significó la satelización local en función de las nuevas demandas, y a la vez introdujo un factor dinámico que posibilitó la expansión regional. La entrega de tierras del Este en merced para ser ocupadas y trabajadas, dio nacimiento a numerosas haciendas que se establecieron cerca de los fuertes o sobre el camino que unía el Río de la Plata con el Alto Perú. Estos establecimientos tomaron importancia cuando se acrecentó el comercio entre el Alto Perú y el Puerto de Buenos Aires, se consolidaron las comunicaciones a raíz de la creación del Correo Oficial en 1767, y por la formación de postas en 1772.
Entre las nuevas, estaba la Hacienda de San José de Yatasto, por una merced de 80.000 has. entregadas a principios del siglo XVIII, y también, la posta necesaria, cerca del arroyo Yatasto. Disfrutando de la lectura de “Viajes de España a Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Potosí, Chile y Lima - años 1713 - 1717”, escrito por José Cipriano de Herrera y Loziaga, el que fuera presidente de la Real Audiencia de Charcas nos anoticia sobre el arroyo Yatasto, entendiéndose que es la publicación más antigua al respecto. La hacienda de referencia se encuentra a 12 km de la ciudad de Metán, a 3km de la ruta nacional Nº 34, y antes de llegar a Rosario de la Frontera. Al salirse del camino y recorrer un pequeño trecho se ingresa al lugar histórico, unos trescientos metros después, tras franquear una tranquera y un pequeño arroyo, se encuentra lo que fue la Posta de Yatasto.
Hacia 1780 Francisco Toledo Pimentel hereda la hacienda (probablemente de Don Vicente Toledo Pimentel). Don Francisco, consciente del ruinoso estado del casco, la reedifica en 1784, como nos advierte el dintel de la puerta principal. Actualmente se conserva sólo un parte del edificio, del que a pocos metros y paralelamente, se mantienen los restos de cimientos de piedra que pertenecieron a distintas dependencias del viejo casco de estancia, incluyendo una Capilla. La estructura original conformada por una serie de habitaciones, se originaban alrededor de una patio de trabajo, hoy prácticamente desaparecido. Consta de cuatro habitaciones en planta baja y una en planta alta a la que se accede mediante una escalera interior. Tal como la describe la página virtual Museonor, y tal como la hemos visto, sus paredes son de adobe, revocadas y encaladas. La estructura portante del techo, las columnas de las galerías, el entrepiso, la escalera, rejas, puertas, ventanas y balcón son de madera, modalidad muy común en la zona explicable por la abundancia de árboles de calidad. Están trabajadas con hachuela y las rejas y la baranda del balcón han sido terminadas con escofina. Sus fachadas sobrias, de volúmenes netos, fuertes, y grandes planos con marcado predominio de llenos sobre vacíos, le confieren la pureza de líneas que caracterizan la época. La habitación única que se construye en “altos” permitía un mayor control visual del entorno. Puede considerarse por sus características, como una típica vivienda rural de alto nivel para el período de la colonia.
Pueden observarse añosos algarrobos (Prosapis Alba) que han crecido junto a los cimientos del sector caído, además de otros ejemplares como talas (Celtis Tala), palo borracho (Chirisia Insignis), mistoles (Ziziphus Mistol), pacará (Enterolobium Contortisiliquum), ceibo (Eritina Sp), etc., que le dan un marco y representan el ambiente característico de la zona. El conjunto histórico comprende la casa con el mobiliario de la época, la casa del cuidador, un playón donde está el mástil y numerosas placas recordatorias. En el predio hay una especie de lavadero de manos de cuero sobre unos viejos maderos, un añoso árbol circundado por un cantero de piedras y una gran tinaja de barro para acumular agua.
Sobre la posta en sí, es de esperar que fuera de adobe, con techo de paja y no tan confortable, de acuerdo a la época, como los de la casa solariega. En la colonia la posta era un lugar de descanso al paso, en donde los viajeros comían y pasaban la noche, y tras cambiar los caballos seguían su camino. Tras la Revolución de Mayo su valor de Posta se acrecentó al adquirir valor estratégico y se destacaba por "el alto balcón, la extensa galería cubierta, sus talladas puertas de madera y las rojas tejas de media caña del techo salidizo” de la casa principal.
Francisco Toledo Pimentel apoyo la causa patriótica y aportó al Ejército Auxiliar del Norte, comandado por el General Balcarce, 1.300 caballos y 100 vacunos. Fue en su hacienda en donde el General Manuel Belgrano llego el 23 de marzo de 1812 y en donde recibió la Jefatura del Ejército del Norte de manos del General Pueyrredón en 1812. Fue el lugar en donde el 17 de enero de 1814, los propietarios acogieron al Coronel José de San Martín, quien recibió la jefatura del ejército de manos de Belgrano el 20 de enero de 1814. Además de hospedar también al Teniente Coronel Martín Miguel de Güemes a fines de febrero de 1814, cuando éste recibió el cargo de Comandante de las Avanzadas del Río Juramento.
La casona fue declarada Monumento Histórico Nacional por Ley Nº 95.687 del 14 de julio de 1942, funcionando como museo desde 1950, cuando sus propietarios donaron el solar al Estado nacional, realizándose además su restauración.