viernes, 11 de septiembre de 2015

Sarmiento y las Reformas Educativas.



Hoy se celebra el Día del Maestro en memoria de Faustino Valentín Quiroga Sarmiento -presidente, embajador, ministro, gobernador, senador, escritor, periodista y soldado, pero por sobre todo, maestro-, quien falleciera en Paraguay el 11 de septiembre de 1888, a los 77 años. Lo recordamos con un nombre que no figura en sus papeles de identidad: Domingo fue el apodo con que lo llamó su madre, Paula Zoila Albarracín, devota de Santo Domingo. Además, habría nacido un día antes, y no el 15 de febrero de 1811.
El Día del Maestro es una conmemoración de América a Sarmiento y Horace Mann, pedagogo norteamericano. Ambos fueron reconocidos por sus trayectorias en educación por la Primera Conferencia de Ministros y Directores de Educación de las Repúblicas Americanas, realizada en Panamá, en 1943; y desde entonces, el 11 de septiembre fue instituido como Día del Maestro en toda América, para conmemorar sus vidas y sus obras. Semblanzas sobre una personalidad tan rica y polifacética se han escrito a favor y en contra, pero curiosamente poco se ha dicho sobre su más preciada obra: el normalismo, es decir, formar docentes para una escuela pública, laica, mixta, gratuita y obligatoria. 
En 1845, estando exiliado en Chile, fue enviado por el ministro de Instrucción Pública y luego presidente Manuel Montt, a Europa y Estados Unidos para estudiar nuevos métodos de enseñanza. Sarmiento ya había fundado en 1842 la primera Escuela Normal de Maestros de América latina, cuyo semillero de docentes posibilitó en seis años la apertura de 72 nuevas escuelas en Chile. En Estados Unidos constató el modo en que Horace Mann formaba a las maestras y lo impresionó la Escuela Normal de Newton Eats, cerca de Boston, de donde sacó el modelo que aplicó más tarde en Chile y la Argentina. 
Para formar al normalismo argentino soñó con traer al país unas 1.000 maestras extranjeras, pero sólo logró que vinieran algunas. Sarmiento asumió la Presidencia en 1868 y entre 1869 y 1898 llegaron en total al país 65 docentes, 61 de ellos mujeres. Venidas desde Nueva York, Virginia, Maryland, Pennsylvania, Ohio y Nueva Inglaterra, habían sido atraídas por la convocatoria que Mary Mann, la mujer de Horace, difundió por la prensa: se les ofrecía un contrato por tres años, que corrían desde el embarco. Una vez llegadas, eran enviadas a Paraná, donde Sarmiento había creado en 1870 la primera Escuela Normal del país, para que se ambientaran y pudieran perfeccionar su español, tras lo cual, iban siendo destinadas a otras provincias. 
El primer censo nacional de 1869 -obra de Sarmiento- había descubierto un país de grandes extensiones deshabitadas o en poder de pueblos originarios, y un índice de analfabetos del 71%. Para el revisionismo, traer a norteamericanas constituyó prueba del afán antinacional de Sarmiento y no, como fue, una necesidad ante la ausencia de maestras nacionales preparadas. Para la Iglesia fue una herejía. En algunas ciudades como Catamarca y Córdoba tuvieron que lidiar contra quienes no querían mandar a sus hijos a educarse con herejes, actitud que estaba avalada por obispos y sacerdotes. En algún momento Fray Mamerto Esquiú tuvo que intervenir para serenar a un obispo, diciéndole que "no son católicas, pero por lo menos tampoco son ateas". 
Por entonces, las escuelas eran confesionales y si bien en Buenos Aires las de varones dependían del municipio, las muy pocas de mujeres que había eran manejadas por la Sociedad de Beneficencia, que recibía fondos públicos para dictar educación católica. Esto enfadaba a Sarmiento, quien en 1839, a sus 28 años, no sólo había creado en San Juan el Colegio de Señoritas -donde impuso el uniforme igualitario- sino que había señalado el absurdo de que en su provincia sólo existieran escuelas para varones." ¿Una madre sin instrucción podrá inspirar a sus hijos el deseo de instruirse?", se preguntaba, bregando por la educación femenina. En cambio, desde 1836 Estados Unidos gozaba de los beneficios de la instrucción pública, gratuita, mixta y laica, gracias a una ley propiciada por Horace Mann y que Sarmiento aplicó, de un modo u otro, mucho más tarde, en la Argentina y Chile. 
Debió llegar a la Presidencia para poder instrumentar los cambios deseados: elevar de 30.000 a 100.000 alumnos la población escolar; crear las primeras escuelas normales, el Colegio Militar (1870), la Escuela Naval (1872), el Observatorio Astronómico (1872), la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (1870) y alrededor de ochocientas escuelas primarias. También hubo de esperar hasta 1884 para ver definitivamente sancionada, a sus 73 años, la ley 1420 de educación común mixta, laica, gratuita y obligatoria. 
Aquellas maestras que vinieron al país forjaron las bases del sistema educativo argentino e introdujeron "novedades" tales como el desarrollo artístico, la gimnasia, el trabajo manual, el sentido de la responsabilidad y los deberes escritos. De ellas, 5 murieron de fiebre amarilla o cólera; 16 regresaron a su país cuando terminaron su primer contrato; 36 enseñaron durante 13 años y se fueron porque no les pagaban el sueldo; y 20 se radicaron y murieron aquí. 
Mary Elizabeth Gorman, de 25 años, fue la primera en arribar al país. Su destino era San Juan, pero no quiso ir, porque en 1869 era una provincia beligerante y atrasada, a la que se llegaba tras diez días de diligencia y bajo el azote de los malones. Las tres maestras que más se destacaron fueron Clara Armstrong que trabajó en Paraná, Catamarca, San Juan, San Nicolás, La Plata y Buenos Aires; Mary Olstine Graham (Paraná, San Juan, La Plata); y Sara Chamberlain de Eccleston (Mendoza, Paraná, Buenos Aires, Concepción del Uruguay). 
Entre los hombres, George Albert Stearns, egresado de la Universidad de Harvard, sumó a su tarea de director de la Escuela Normal Nº1 de Paraná, la de inculcar a sus alumnos su ideario en materia de organización, objetivos, disciplina, espíritu de investigación y civismo, todo esto, en medio de la guerra civil y de la muerte prematura de su mujer, Julie, también docente. 
Hacia 1900 la fase inicial estuvo concluida y los docentes argentinos pudieron hacerse cargo íntegramente de la tarea, convencidos, gracias a (Domingo) Faustino Valentín Sarmiento de que un buen sistema de educación pública constituye el mejor recurso para la inclusión social. 

Por: Juan Carlos Ramirez Leiva
Basado en textos de diferentes páginas de la WEB, oficiales y notas periodísticas.