martes, 20 de junio de 2017

Hay que pasar el invierno

En estos días se cumplen 58 años de que esta célebre frase fuera pronunciada por Alvaro Alsogaray, por entonces ministro de Economía del presidente Arturo Frondizi. En el presente, la expresión se ha reactualizado por causa de perversa praxis.
Frondizi, que llegó a la presidencia siendo candidato por la UCRI (radicalismo intransigente), y R. Frigerio, coincidían en que las causas del subdesarrollo se debía a la desventaja de los términos de intercambio: mientran bajaban los valores de las exportaciones agropecuarias, el país importaba bienes industriales con valor agregado, por consecuencia, la riqueza nacional era transferida al exterior sin que hubiera acumulación interna de capital.
El desarrollismo, para atacar las causas de la dependencia, planteó las batallas del petróleo y del acero para producirlos en el país hasta alcanzar su autoabastecimiento, al igual que con la petroquímica, las maquinarias y los automóviles, entre otros bienes manufacturados. Para ello necesitaba capitales, inversiones.
Frondizi dependía del capital extranjero, pero desde éste se planteaba que los trabajadores argentinos eran caros y con una organización sindical capaz de bloquear los planes de transformación. Atendiendo al reclamo de ajuste de los liberales ortodoxos, apoyados por los militares, sacó a Frigerio de ministro y aceptó a Alsogaray, ingeniero militar devenido economista. Este vino con el ajuste clásico indicado por el Fondo Monetario Internacional, al que el país había vuelto recientemente y tras los años de Perón que gobernó sin ligarse con el FMI. Para hacer frente al creciente endeudamiento externo, el Fondo reclamó subir tarifas, bajas salarios y menos empleos, ya que culpaba a estos factores de la inflación, sin valorar debidamente el alto costo político y social que habría.
Discurso del ministro de Economía Álvaro Alsogaray, La Nación, 29 de junio de 1959. “Lamentablemente, nuestro punto de partida es muy bajo. Muchos años de desatino y errores nos han conducido a una situación muy crítica. Es muy difícil que este mes puedan pagarse a tiempo los sueldos de la administración pública. […]. Todavía seguiremos por algún tiempo la pendiente descendiente que recorremos desde hace ya más de diez años. Se ha cometido un error en definir a este programa como un programa de austeridad, dejando que cada uno de los habitantes del país viva como pueda y como quiera […]. Las medidas en curso permiten que podamos hoy lanzar una nueva fórmula: ‘Hay que pasar el invierno’.”
Con "hay que pasar el invierno" el nuevo ministro apeló a la paciencia de los trabajadores ante la segura mayor caída de su poder adquisitivo que habría de generar la aplicación de un plan de ajuste acordado con el Fondo Monetario Internacional, en el marco de la negociación de un crédito stand by. Los precios al consumidor aumentaron 130 % en 1959. Al caer la demanda interna, la recesión determinó una caída del 6,4 % en el PBI en ese año.
Sin embargo, el destino de Frondizi como jefe de Estado siguió acotado por los militares, quienes finalmente lo derrocaron en marzo de 1962.

Belgrano y sus enfermedades

Del estudio epistolar entre San Martín, Güemes y otros militares durante estos años de Belgrano en el Norte, he podido obtener datos valiosos acerca de enfermedades frecuentes en la región del Noroeste y que me ha permitido realizar un análisis de algunas de las afecciones del prócer repetitivamente mencionadas, agradeciendo además valiosos aportes que me ha comentado el Dr. Manuel Martí, un estudioso del tema.
 1- Trastornos de la visión: reconoce Belgrano su existencia al afirmar que "mis ojos están malos, pero mi voluntad hacia Usted es siempre y será la misma…” en una misiva a Güemes. Ya a comienzos de 1817 había experimentado lo que él denomina una " fluxión a los ojos”, que interpretó como una conjuntivitis simple, que cura sin secuelas y nada en correspondencia posterior hace mención a esta enfermedad, lo que hace presuponer que curó sin problemas posteriores. Como antecedente de estos trastornos oculares, el Dr. Miguel Gorman había diagnosticado en 1800 a Belgrano un trastorno en las glándulas lagrimales, cuadro al que se refiere como "principio de fístula en ambos lagrimales…”.
 2- Traumatismos varios: se menciona un fuerte golpe de caballo que aparentemente no deja mayores molestias posteriores en 1816. Un segundo hecho traumático lo sufre hacia 1818, también por caída desde un caballo, sufriendo un feroz golpe que le imposibilita aún la escritura, en parte por el traumatismo, en parte por la sangría que recibió por indicación médica en esa oportunidad. Este tratamiento era común en esos casos, suponiéndose que la salida de sangre aliviaba la presión en el cerebro y en las zonas afectadas. La consecuencia más frecuente era la producción de una anemia que demoraba meses en resolverse, causando debilidad, cuando no aceleraba en muchos casos el tránsito al otro mundo .En la oportunidad que refiero, Belgrano se hallaba tan débil que la carta a Güemes es escrita por Fernández de la Cruz, oficial del General.
 3 - Trastornos digestivos: en 1819, Belgrano presenta vómitos y trastornos gastrointestinales, los que fueron tratados por el Doctor Berdía, manifestando su intención de ”marchar para el Tucumán a ponerme en formal curación hasta recuperar el perfecto restablecimiento…”. Esta afección agravaba el cuadro de desmejoramiento general, presentando a esta altura de las circunstancias un considerable edema de los miembros inferiores e insuficiencia respiratoria con gran fatiga, que le obligaros a delegar el mando y regresar a Tucumán desde el Pilar, iniciando ya de esta manera el ya corto camino hacia la muerte, en una entorno de angustia, desagradecimiento, padecimiento y dolor que culminaría en Buenos Aires poco después.
 4-Paludismo: también denominada por Belgrano como " fiebre terciana , bajo cuyos síntomas efectuó la campaña del Altiplano, agravándosele la afección por la falta de oxígeno que reinaba en la región, siendo asistido en la oportunidad por el Dr. Readhead y tratado con dosis de quina, planta oriunda de América y de notable efecto sobre esta afección, que le duró aproximadamente dos años, desde los prolegómenos de la batalla de Salta , hasta sus misiones encomendadas en Inglaterra. Esta enfermedad era ya endémica en nuestra región y lo fue durante muchos años, siendo recién erradicada por las campañas que se efectuaron contra el vector mosquito Anopheles a partir de 1946. Las crónicas ye relatos españoles de antes de la independencia, al referirse a los habitantes del noroeste , hablaban de la palidez de la piel ( causada por la destrucción de glóbulos rojos) como "tez terrina” y el cansancio de los individuos por la misma anemia concomitante que integra el cuadro clínico de esta enfermedad al disminuir la captación de oxígeno , siendo los mismos habitantes autóctonos , en base a la observación empírica ya desde tiempos remotos , en hallar un tratamiento para la enfermedad con las infusiones de cascara de quina, antecedente valioso en la terapéutica con quinina , que pertenece a una formulación científica posterior.
5- En Octubre de 1819, Belgrano solicita al General Güemes la asistencia del Dr. Readhead, por el que el prócer sentía gran afecto. La respuesta de Güemes es ejemplar. Destina la suma de trescientos cincuenta pesos por vía de viático al médico y los envía a Tucumán, para que "lo cure y asista en la larga enfermedad que padece…”. Este médico, de notable dedicación profesional habría de instalarse en la misma habitación de Belgrano y se ocupo de mejorar, o al menos trató de aliviar con los recursos que la época ponía a su alcance, los padecimientos y la precaria salud de su paciente. Un Belgrano desfalleciente solicita a de la Mota Botello, que escribiera a Güemes agradeciendo su envío convencido y "reconociendo su amistad, que ha hecho Usted cuanto ha podido hacer en su alivio…”.
 Acompañó Readhead a Belgrano hasta los últimos momentos de su vida, siendo su escolta en el penoso y largo viaje a Buenos Aires, tramo que resultara agobiante para el General, a causa de la insuficiencia respiratoria y renal y el derrame peritoneal que los quejaban, debiendo ser conducido en camilla desde el carruaje hasta donde debiera pasar la noche , cada vez que se detenía. Belgrano fallecería poco después, dejando al facultativo su coche y su reloj de oro en agradecimiento a sus servicios. Belgrano moriría el 20 de Junio de 1820 a las siete de la mañana. En su autopsia, efectuada antes de embalsamar su cuerpo ´por los doctores Sullivan y Readhead, se determinó la existencia de una cantidad apreciable de líquido intra abdominal, denominado ascitis. El hígado se hallaba aumentado de tamaño y con proceso de cirrosis avanzada, los riñones afectados y endurecidos y el corazón agrandado. Algunos autores, entre los cuales se cuentan Molinari, Dreyer, Timparo y García Dadoni, han llegado a la conclusión que Belgrano padeció de un carcinoma hepatocelular, con múltiples metástasis, ictericia y cirrosis concomitante. De esta forma finaliza la existencia de uno de los próceres más puros de la Revolución de Mayo, artífice de nuestra bandera y autor de triunfos que posibilitaron la supervivencia de esta misma Revolución.

 Autor: Armando M. Peréz de Nucci (Doctor en Medicina y en Filosofía. Miembro de la Academia Nacional de la Historia).