lunes, 8 de junio de 2009

Una Revolución Burguesa a la criolla


Para comprender la Revolución de Mayo como un proceso social, hay que resolver tres incógnitas: quiénes la dirigieron, qué querían y qué hicieron para conseguirlo. Para responder la primera pregunta, debemos examinar la composición social de la dirección revolucionaria. Es decir, cuál fue la pertenencia económica de sus miembros.
Comencemos por el más importante de ellos: Cornelio Saavedra, el presidente de la Junta Provisional Gubernativa (nombre real de la ahora llamada Primera Junta). Cornelio Saavedra era el hijo de un gran propietario rural: Santiago Saavedra. Santiago fue dueño de tres estancias importantes: una en Arrecifes, otra en San Isidro y otra en San Fernando. Integró el Gremio de Hacendados, una organización corporativa que bregaba por los intereses de los productores ganaderos y elevaba propuestas al virrey. Como buen hijo, Cornelio continuó con la actividad de su padre: se hizo cargo de las dos últimas estancias y se casó con doña Francisca Cabrera, hija de un importante hacendado, dueño del Rincón de Cabrera. Siempre estuvo muy ligado a la producción agraria. En 1805, sus conocimientos lo llevaron a ser nombrado administrador de Granos de la ciudad. El 18 de mayo de 1810, cuando llegaron las noticias de que había caído la Junta Central, los revolucionarios tuvieron que ir a buscarlo a su campo.
Manuel Belgrano también puede jactarse de su padre: Domingo Belgrano Pérez era un propietario de tierra y ganado. Alquiló la unidad productiva más importante de la región: la estancia “Las vacas” ubicada en la Banda Oriental. Gran productor y comercializador de cueros, integró también el Gremio de Hacendados. El padre de Juan Hipólito Vieytes, Juan Vieytes, fue uno de los más importantes hacendados de San Antonio de Areco. Hipólito Vieytes también administró campos. En el censo de 1810 aparece con un capataz y dos peones fijos. Feliciano Chiclana, un importante dirigente, proviene de una familia de hacendados en San Vicente. Su padre, Diego, era propietario de tierras.
Una nota particular merecen Antonio y Francisco Escalada, hermanos cuyas tertulias se consideraban las más distinguidas de Buenos Aires. Antonio fue el suegro de San Martín y en agosto de 1810 fue confinado por querer declarar la independencia de la región. Ambos poseían tierras y producían cuero. Francisco tenía una estancia en San Vicente. Hay otros importantes estancieros como Juan Martín de Pueyrredón o Martín Rodríguez, quienes han demostrado un gran arrojo revolucionario.
Mariano Moreno no poseía tierras, pero se ligó muy fuertemente a quienes sí tenían. Fue abogado de Antonio Escalada y representante del Gremio de los Hacendados. De hecho una de sus obras más conocidas, Representación de los hacendados, es el documento que en 1809 presentó al virrey para defender los intereses de los estancieros. Ese documento fue votado por delegados hacendados por partidos, en una asamblea. Podríamos seguir con personajes menos conocidos, pero muy determinantes en la revolución como Juan José de Rocha, Esteban Romero (segundo comandante de Patricios), Agustín Wright o Roque Tollo. En nuestra investigación sobre el período, de la que ya surgieron dos libros, tomamos una muestra de la dirección del Cuerpo de Patricios, la organización militar revolucionaria más importante. El relevamiento de la condición social de sus miembros arroja que los hacendados son el 52% de los casos comprobables, frente a un 17% de comerciantes.
Ahora bien, ¿qué significa ser “hacendado” a comienzos del siglo XIX? Son propietarios de tierras y/o ganados que explotan mano de obra. El trabajo allí se conforma bajo relaciones asalariadas, esclavistas y hasta algunas, muy pocas, de tipo coactivas. Las primeras, estacionales y permanentes. Las otras dos, solamente permanentes. Sin embargo, en sentido estricto, en el campo se trabaja en la siembra y la cosecha (en la agricultura), y en la yerra y castración (en la ganadería). Es decir, en las tareas estacionales. No bien se descartan los meses improductivos, la importancia del trabajo asalariado salta a la vista. Es decir, estamos ante los comienzos de la burguesía agraria, que va concentrando medios de vida y producción. Enfrente, una población de peones con diverso grado de desposesión y un porcentaje nada despreciable de esclavos. La producción de cuero aparece aquí como el puntal de lanza para su acumulación. Por lo tanto, los próceres no son superhombres ni picaflores. Son burgueses
Por Fabián Harari. Publicado en el Diario Crítica de la Argentina (25/05/09)

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