miércoles, 24 de marzo de 2010

El Bicentenario argentino

La celebración del Bicentenario Argentino, tomando éste como nacimiento de la nacionalidad, debería considerar como fecha de partida la invasión de Buenos Aires, en el Río de la Plata por Gran Bretaña, en 1806/1807, ya que éstas, al decir de Esteban Echeverría pusieron «forzosamente las armas en manos de los «criollos», les revelaron su fuerza y les infundieron el orgullo de vencedores» tomando conciencia de su realidad política. En buena medida la denominada Revolución de Mayo fue la culminación de aquel suceso, iniciando el trayecto hacia la independencia.
La historia argentina como nación, reciente y lejana, a la vez, está pavimentada de profundos desaciertos producto de divergencias internas, políticas, sociales, económicas y culturales. Joaquín V. González señaló con referencia al primer centenario «la pasión de partido, las querellas domésticas, los odios de fracción, la ambición de gobierno o de predominio personal constituyen una de las fuerzas permanentes…» Los frutos cosechados han sido y son la destrucción de las instituciones civiles, el exilio y la muerte de los ciudadanos opositores en cada circunstancia.
Tomando partido alternativamente como porteños o provincianos, unitarios o federales, librecambistas o proteccionistas, nacionalistas o extranjerizantes, siempre se asumen posiciones tajantes donde no hay resquicio para la ecuanimidad, para el balance de opiniones. La pasión es llevada hasta los últimos extremos y la ceguera es total.
En la dicotomia porteños-provincianos resulta interesante destacar que la mayoría de los presidentes han sido provincianos y el Congreso Nacional, obviamente, tiene mayoría de senadores y diputados de ese origen, sin embargo, llegados a ejercer sus mandatos eludieron profundizar medidas favorables a sus provincias y los que ejercieron el poder ejecutivo nacional fueron proclives a sostener políticas contrarias a mejorar y acentuar el carácter federal de sus decisiones políticas, se mimetizaron como porteños olvidando sus origenes provincianos.
Luego de la declaración de la independencia, es posible sostener haber librado escasas guerras con los países limítrofes, esta circunstancia le otorga patente de país pacifista. Los argentinos decimos muy ufanos que nuestras diferencias con los vecinos las hemos resuelto por la conciliación y el arbritraje. Es verdad, pero por incapacidad diplomatica, ésta no ha brindado grandes éxitos para evitar el desmembramiento del territorio colonizado por los españoles.
Ese mentado pacifismo, uno de los tantos mitos argentinos, desaparece cuando se observa lo ocurrido en el desenvolvimiento de las instituciones civiles. La política interior argentina es una muestra horrenda de sangre y luto desde el origen de la nacionalidad. Para el vencido nunca hubo misericordia. El exilio sin posibilidades de retorno, o la muerte. Se puede dudar que existan países que hayan repatriado tantos restos de hombres ilustres. Los argentinos somos violentos. Carecemos de virtudes para resolver los problemas sociales con civilidad, con urbanidad, con mesura. Los hechos históricos lo demuestran.
Por Juan Carlos Nicolau. En: El Tábano. La Unión Ferroviaria. Nros. 68/69. Junio/julio 2009.

1 comentario:

Anónimo dijo...

perfecto... justo lo que necesitaba para presentar en mi escuela jeje