domingo, 10 de abril de 2011

B. Mitre y San Martín

¿Qué sería de la historia sin el trabajo del historiador que reconstruye el pasado? Tal vez ese mundo, ocupado por los innumerables rastros de quienes nos precedieron, sólo permanecería en la conciencia del presente como un terreno minado por memorias combatientes o por relatos imaginarios.
En nuestro siglo XIX, la historia se fue haciendo gracias a la capacidad de que hicieron gala unos pocos protagonistas para recuperar la consistencia del pasado mientras asumían acuciantes compromisos políticos. La tarea que se impuso Bartolomé Mitre es, en ese sentido, paradigmática, porque no es fácil encontrar en aquellos años un espíritu con el suficiente rigor para penetrar en la trama de los acontecimientos del pasado sin renunciar a las reglas de la buena disciplina historiográfica, entre las cuales se destacan la compulsa de fuentes, la crítica documental y el encuadre teórico que gobierna la exposición de los argumentos.
Para Mitre, la política era, al mismo tiempo, vida histórica y vida presente. Como ha dicho Trevor-Roper, refiriéndose a Macaulay, en esta clase de personas latía la idea de que "los mejores políticos eran aquellos que han estudiado historia y los mejores historiadores aquellos que han tomado parte en la política."
El 18 de diciembre de 1887, Mitre publicó la primera edición de la Historia de San Martín y de la emancipación Sud-Americana . La obra venía precedida por artículos y conferencias de su autoría sobre San Martín y por otra magna biografía: Historia de Belgrano y de la independencia argentina . De la mano de la Historia de San Martín ..., el personaje allí retratado tuvo desde entonces un doble origen: el nacimiento cronológico de Yapeyú, en 1778, y el nacimiento histórico de 1887, que convoca su itinerario a una nueva vida.
A partir de este lanzamiento, durante el siglo XX se prosiguió trabajando con ahínco sobre la figura del Libertador, pero ninguna de las sustanciales obras que se sucedieron (al menos, así lo creo) pudo alcanzar la altura de aquella biografía fundadora. ¿De dónde proviene esa vigencia, hoy erosionada por la lectura perezosa que proporcionan textos simplificados y, de ser posible, escandalosos?
Sin duda, el atractivo resulta de la solidez de los cimientos documentales, de la fuerza que arrastra el relato de las batallas y de la proeza del cruce de los Andes. La historia de San Martín es, según esta narración, el portal que abre camino a una suerte de gigante de la historia en trance de producir, en muy pocos años, una fractura trascendente (se trata del decenio que transcurre entre 1812, cuando San Martín desembarca en Buenos Aires, y 1823, en que comunica al pueblo peruano que abandona la vida pública.) San Martín aparece así, ante los ojos contemporáneos, como un hacedor de fronteras históricas y un espontáneo arquitecto de nacionalidades.

Por. Natalio R. Botana. En: La Nación. Buenos Aires; 17/08/2000

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