
El 12
de octubre de 1972 partió de Montevideo rumbo a Santiago de Chile, el equipo de
rugby Old Christians, acompañados por familiares y amigos, que iban a jugar un
partido amistoso con similares chilenos; al grupo hay que sumarle la
tripulación de cinco personas.
Debido
a dificultades climáticas pasaron la noche en Mendoza y al día siguiente
reanudaron su viaje. Un error de navegación hizo que el avión chocara contra
una montaña y perdiera la parte trasera y las dos alas. Lo que quedó del
fuselaje se deslizó más de un kilómetro por una ladera nevada hasta detenerse
abruptamente sobre el Glaciar de las Lágrimas en la provincia de Mendoza, cerca
de la frontera con Chile. Siete pasajeros murieron al salir despedidos cuando se
partió el avión, seis murieron al detenerse el fuselaje y otros tres perecieron
por la noche. Diecisiete días después, ocho murieron en una avalancha que los
sepultó en la nieve. Por 10 días, los sobrevivientes racionaron los pocos
alimentos que tenían (vino, nieve derretida, pasta de dientes, chocolate) y se
abrigaron con la ropa de las víctimas, pero en el día 11, luego de enterarse
por radio que la búsqueda había sido abandonada, tomaron la decisión más
difícil: alimentarse con los cuerpos de las víctimas antes de que murieran
todos.

"Vengo
de un avión que cayó en las montañas", escribió Parrado. "Soy
uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En
el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no
sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar
arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?". Con las
últimas fuerzas que le quedaban, lanzó la piedra de regreso y ésta cayó justo
en la orilla. Catalán les hizo señas de "mañana" y, antes de irse,
envolvió unos panes y un queso junto con una piedra y se los arrojó a Parrado.

Juan Carlos Ramirez Leiva
(Nota elaborada en base a reseñas periodísticas varias).
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