El 21 de marzo de 1975 a las 21.30 hs., ocho vehículos, varios Ford Falcón (de color gris y otros negros), y algunos Torino blancos, llegaron a Donato Álvarez a metros de la Avenida Pasco (barrio San José, Temperley). Algunos llevaban balizas iguales a las utilizadas por la policía, otros traían valijas sobre el portaequipaje. Bajaron entre quince y veinte personas de civil con capuchas negras, aunque uno llevaba una máscara de carnaval y otros dos la cara
descubierta.
Sobre D. Álvarez funcionaba el bar y almacén El Recreo y allí irrumpieron violentamente los encapuchados preguntando por Lencina, el mozo Luís Ortiz respondió que el concejal no estaba allí, y la reacción fue con ráfagas de ametralladoras sobre las paredes, el mostrador, la estantería y la heladera, mientras rompían mesas y sillas. Robaron relojes, dinero y objetos de valor a los presentes, y según el parte policial, se robaron un colectivo.
Héctor Lencina, Coca Rapari, y Alejandro, el hijo de ambos vivían en Donato Álvarez 47, justo al lado del bar. Héctor había invitado a Aníbal Benítez y a su esposa Gloria a cenar en su casa y mirar un partido de futbol. El matrimonio llevó a la bebita de ambos, recién nacida, también se encontraba Cristina Rapari en tanto Coca se encontraba ausente. La velada fue interrumpida por hombres con máscaras que se apoderaron del edil y de Aníbal Benítez, introduciéndolos en uno de los autos, mientras otros destruyeron el lugar arrojando bombas incendiarias.
Al lado de la casa de Germán vivía Rubén “Cacho” Maguna, quien probablemente fue confundido con un tal Chacho; Rubén no resistió el maltrato que ejercían sobre su esposa embarazada, reaccionó y los encapuchados se lo llevaron. A continuación, fueron a la calle Amenedo al 3900 casi esquina Santiago del Estero (barrio San José; Mármol, partido de Almirante Brown), en donde vivía Guillermo Omar Caferatta con Gladys Martínez (21 años). Omar no se encontraba porque había viajado a Australia, pero Gladys fue baleada y rematada y su cadáver fue hallado sobre la cama junto a dos artefactos explosivos que no estallaron.
La caravana llegó hasta Santiago del Estero y Sánchez, en donde los siete secuestrados fueron bajados a empujones y obligados a arrodillarse. Uno de ellos pidió que, si lo tenían que matar lo hicieran de pie, mientras otro gritó: “Viva la patria”. Los balearon y colocaron los cuerpos juntos e hicieron estallar dos granadas que al detonar hicieron volar los cuerpos, arrojando a gran distancia a varios de los cadáveres horriblemente mutilados. La carga habría sido colocada junto al cuerpo del concejal Lencina, ya que éste apareció horrorosamente mutilado. Su cuerpo, al ser proyectado hacia arriba cayó sobre un cable eléctrico provocando un corte de energía en un amplio radio del lugar.
En la intersección de las calles Sánchez y Santiago del Estero yacía uno de los cuerpos, únicamente el tronco sin extremidades; a unos 40 metros y sobre la calle Canale, otro cuerpo presentaba únicamente la parte superior del tronco a unos 25 metros yacía un cuerpo completamente destrozado y diseminados por las inmediaciones se veían restos de extremidades de los cadáveres mencionados. Los cráteres producidos por los artefactos explosivos se veían sobre la calle de tierra y según los vecinos, la onda expansiva provocó la rotura de cristales y televisores hasta diez cuadras a la redonda. Los terroristas colocaron una bandera de 2 mts. de largo por 0,65 cm. de alto, de color blanca con la siguiente inscripción: “Fuimos Montoneros, fuimos del ERP” en aerosol rojo y una estrella de seis puntas.
Esa noche, Carola, una vecina se acercó hasta la casa de Caferatta temiendo encontrar entre las víctimas a alguno de sus hermanos. La vio a Gladys sin vida, y también el cuerpo de un joven alto de pelo ondulado tirado al lado de la heladera. Nunca supo de quién se trataba, ni siquiera los diarios registraron el nombre de esa persona. Se conjetura que fue alguien que busco allí refugio, pero lo agarraron en la casa.
Alrededor de las 11 hs. del día siguiente culminó la tarea de recoger los despojos, los que fueron trasladados a la Morgue Judicial de Avellaneda. Todo el perímetro fue vallado por la policía. Aquello era una montaña de restos humanos, pedazos de ropa desperdigados. Todos los 21 de marzo, en el cementerio de Lomas se recuerda a las víctimas de la Masacre de Pasco y a los más de cuatrocientos asesinados por el Terrorismo de Estado en Lomas de Zamora.
Juan Carlos Ramirez Leiva
Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires
Concejo Deliberante de Lomas de Zamora
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