sábado, 8 de agosto de 2009

Una Revolución Burguesa a la criolla

Como buenos burgueses, nuestros próceres pusieron sus preocupaciones intelectuales en cómo incrementar las ganancias. En sus periódicos, además del libre comercio, se hacía especial énfasis en la necesidad de la defensa de la propiedad, a cualquier precio, y en la mala conducta de los trabajadores. En 1801, el gobierno apresa al cabecilla de una banda de salteadores, el capitán Curú. El reo es traído a Buenos Aires. El Telégrafo Mercantil lo celebra y relata lo sucedido de este modo:
“¡Qué amparo y seguridad tendrían los habitantes de nuestras campañas, en sus vidas y haciendas, si la mano fuerte de la Justicia no los hubiese preso, si no los hubiese ahorcado, descuartizado al capitán Curú, cortado a todos las cabezas y manos alevosas y fijado estos horribles signos para escarmiento de otros, en los lugares mismos donde perpetraron sus delitos!”
En 1810, Belgrano escribe azorado: “La falta de peones es otro entorpecimiento grave para los labradores, no porque efectivamente falten sino porque no hay celo en que tantos anden vagos sin quererse conchabar. Y como no hay quien los compela al cumplimiento de sus deberes, sigue el mal arruinando hasta que se les ponga a éstos en estado de sumisión”. Nuestro prócer propone eliminar las fuentes alternativas de vida. Para ello, haría falta:
“Empadronar toda la campaña para estorbar muchos desórdenes ejecutándolo los jueces con toda prolijidad, que así teniendo los Alcaldes sus padrones sabrán cuáles son vagos, descubriéndose asimismo el que no tiene modo de mantener su familia sino del robo”.
La dirección burguesa no podía actuar sola. Los revolucionarios tuvieron que trazar una serie de alianzas con clases explotadas. ¿Quiénes eran? Dejaron poco rastro, pero pudimos acceder a los datos de algunos milicianos que participaron en los diferentes levantamientos y en la semana de mayo. En particular, los del Cuerpo de Patricios. En su mayoría eran “artesanos” y, en segundo lugar, “jornaleros”. Los primeros eran pequeños productores de artículos manufacturados. Tenían tienda propia o trabajaban para un patrón. Pero, en virtud de su saber, podían acumular algo de dinero para ponerse su propio local. Los “jornaleros”, en cambio, eran trabajadores sin especialización, que podían emplearse en la ciudad o en el campo.
Estas clases fueron convocadas a la movilización y al armamento en 1806 y permanecieron muy activas. Los alistados permanecían con las armas, los oficiales se elegían en asamblea y en los cuarteles se discutía de política.
Por: Fabián Harari (Publicado en Diario Crítica de la Argentina, el 25/05/09).

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