domingo, 2 de marzo de 2014

Juana

Juana Azurduy, quien fue hija de un matrimonio de mestizos, se presume que nació en La Plata ya que allí fue bautizada en 1781. Junto a su esposo, se sumo a la Revolución de Chuquisaca que el 25 de mayo de 1809 destituyó al presidente de la Real Audiencia de Charcas, y sumados al Ejército Auxiliar del Norte combatieron a los realistas. Después de los combates de Vilcapugio y Ayohuma, el General español Goyeneche le ofrece garantías y honores, un cargo remunerado y una suma de dinero para que abandone la lucha. Juana contestará: “Qué chapetones éstos, me ofrecen mejor empleo ahora que me porto mal que antes cuando me portaba bien” y contesta: “Con mis armas haré que dejen el intento, convirtiéndolos en cenizas, y que sobre la propuesta de dinero y otros intereses, sólo deben hacerse a los infames que pelean por su esclavitud, no a los que defienden su dulce libertad como yo lo hago a sangre y fuego
Tras la derrota en la batalla de Huaqui (20 de junio de 1811), el ejército del virrey recuperó el control del Alto Perú. Las propiedades de los Padilla, las cosechas y sus ganados, fueron confiscadas y tanto Juana como sus cuatro hijos, fueron apresados. Padilla logró rescatarlos, refugiándose en las alturas de Tarabuco. En 1812 el matrimonio se puso a las órdenes del general Manuel Belgrano, nuevo jefe del Ejército Auxiliar del Norte.
En el verano de 1816 organizó la defensa de la región conocida por el nombre de Hacienda de Villar, y en un combate, ella misma arrebató la bandera realista. El 3 de marzo de 1816, Juana comandando un grupo de 200 hombres asedió a las tropas españolas en el cerro Potosí, derrotándolos el 8 de marzo. Por estas acciones que informara el Gral. Belgrano, el gobierno de Buenos Aires le otorgó el grado de Teniente Coronel de las Milicias.
Sembraba terror entre los españoles porque entraba en combate sable en mano, vistiendo una túnica escarlata con franjas y alamares de oro y un birrete con adornos de plata y plumas blancas, afirmando su condición de mestiza.
El 14 de noviembre de 1816 fue herida en la batalla de La Laguna, su marido acudió a rescatarla y en este acto fue herido de muerte. La cabeza de Padilla fue exhibida en la plaza pública durante meses, ésta se convirtió en un símbolo de la resistencia. El 15 de mayo de 1817, Juana al frente de cientos de cholos, recuperó la cabeza de su compañero. Juana perdió a cuatro de sus cinco hijos en los campos de batalla, y llegó a combatir con uno de sus bebes en brazos.
Cuando disminuyó el apoyo logístico a la guerrilla se replegó al sur y tras la muerte de Martín Miguel de Güemes, se vio reducida a la pobreza. En 1830, mientras vagaba por las selvas del Chaco argentino, escribe la siguiente carta: “A las muy honorables juntas Provinciales: Doña Juana Azurduy, coronada con el grado de Teniente Coronel por el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, emigrada de las provincias de Charcas, me presento y digo: Que para concitar la compasión de V. H. y llamar vuestra atención sobre mi deplorable y lastimera suerte, juzgo inútil recorrer mi historia en el curso de la Revolución.(…)Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar su muerte y seguir su ejemplo; mas el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible espada de V.E. quiso regresase a mi casa donde he encontrado disipados mis intereses y agotados todos los medios que pudieran proporcionar mi subsistencia; en fin rodeada de una numerosa familia y de una tierna hija que no tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que ahora me revisten de una gran confianza para presentar a V.E. la funesta lámina de mis desgracias, para que teniéndolas en consideración se digne ordenar el goce de la viudedad de mi finado marido el sueldo que por mi propia graduación puede corresponderme. Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar su muerte y seguir su ejemplo; más el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible espada de V.E. quiso regresase a mi casa donde he encontrado disipados mis intereses y agotados todos los medios que pudieran proporcionar mi subsistencia; en fin rodeada de una numerosa familia y de una tierna hija que no tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que ahora me revisten de una gran confianza para presentar a V.E. la funesta lámina de mis desgracias, para que teniéndolas en consideración se digne ordenar el goce de la viudedad de mi finado marido, el sueldo que por mi propia graduación puede corresponderme”.
Pasó varios años en Salta solicitando al gobierno boliviano, ya independiente, sus bienes confiscados. El mariscal Antonio José de Sucre le otorgó una pensión, que le fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares. Murió indigente el día 25 de mayo de 1862 cuando estaba por cumplir 82 años, siendo enterrada en una fosa común. Paso un siglo antes de que sus restos fueran exhumados y guardados en un mausoleo que se construyó en su homenaje en la ciudad de Sucre.

Por: Juan Carlos Ramirez
Documentos tomados de los portales web:Portal de Salta y Diputados Misiones.
Libro: Las damas del Rio de la Plata, de Silvia Baya Carranza.

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