Tras la derrota en la batalla de
Huaqui (20 de junio de 1811), el ejército del virrey recuperó el control del
Alto Perú. Las propiedades de los Padilla, las cosechas y sus ganados, fueron
confiscadas y tanto Juana como sus cuatro hijos, fueron apresados. Padilla
logró rescatarlos, refugiándose en las alturas de Tarabuco. En 1812 el
matrimonio se puso a las órdenes del general Manuel Belgrano, nuevo jefe del
Ejército Auxiliar del Norte.
En el verano de 1816 organizó la
defensa de la región conocida por el nombre de Hacienda de Villar, y en un
combate, ella misma arrebató la bandera realista. El 3 de marzo de 1816, Juana
comandando un grupo de 200 hombres asedió a las tropas españolas en el cerro
Potosí, derrotándolos el 8 de marzo. Por estas acciones que informara el Gral.
Belgrano, el gobierno de Buenos Aires le otorgó el grado de Teniente Coronel de
las Milicias.
Sembraba terror entre los españoles
porque entraba en combate sable en mano, vistiendo una túnica escarlata con
franjas y alamares de oro y un birrete con adornos de plata y plumas blancas,
afirmando su condición de mestiza.
El 14 de noviembre de 1816 fue
herida en la batalla de La Laguna, su marido acudió a rescatarla y en este acto
fue herido de muerte. La cabeza de Padilla fue exhibida en la plaza pública
durante meses, ésta se convirtió en un símbolo de la resistencia. El 15 de mayo
de 1817, Juana al frente de cientos de cholos, recuperó la cabeza de su
compañero. Juana perdió a cuatro de sus cinco hijos en los campos de batalla, y
llegó a combatir con uno de sus bebes en brazos.
Cuando disminuyó el apoyo logístico
a la guerrilla se replegó al sur y tras la muerte de Martín Miguel de Güemes, se
vio reducida a la pobreza. En 1830, mientras vagaba por las selvas del Chaco
argentino, escribe la siguiente carta: “A las muy honorables juntas
Provinciales: Doña Juana Azurduy, coronada con el grado de Teniente Coronel por
el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, emigrada de las provincias de Charcas, me presento y digo: Que para
concitar la compasión de V. H. y llamar vuestra atención sobre mi deplorable y
lastimera suerte, juzgo inútil recorrer mi historia en el curso de la
Revolución.(…)Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la
pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar su muerte y seguir su
ejemplo; mas el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible
espada de V.E. quiso regresase a mi casa donde he encontrado disipados mis
intereses y agotados todos los medios que pudieran proporcionar mi
subsistencia; en fin rodeada de una numerosa familia y de una tierna hija que
no tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que ahora me revisten
de una gran confianza para presentar a V.E. la funesta lámina de mis
desgracias, para que teniéndolas en consideración se digne ordenar el goce de
la viudedad de mi finado marido el sueldo que por mi propia graduación puede
corresponderme. Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la
pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar su muerte y seguir su
ejemplo; más el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la
invencible espada de V.E. quiso regresase a mi casa donde he encontrado
disipados mis intereses y agotados todos los medios que pudieran proporcionar
mi subsistencia; en fin rodeada de una numerosa familia y de una tierna hija
que no tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que ahora me
revisten de una gran confianza para presentar a V.E. la funesta lámina de mis
desgracias, para que teniéndolas en consideración se digne ordenar el goce de
la viudedad de mi finado marido, el sueldo que por mi propia graduación puede
corresponderme”.
Pasó
varios años en Salta solicitando al gobierno boliviano, ya independiente, sus
bienes confiscados. El mariscal Antonio José de Sucre le otorgó una pensión,
que le fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares. Murió
indigente el día 25 de mayo de 1862 cuando estaba por cumplir 82 años, siendo
enterrada en una fosa común. Paso un siglo antes de que sus restos fueran
exhumados y guardados en un mausoleo que se construyó en su homenaje en la
ciudad de Sucre.
Por: Juan Carlos Ramirez
Documentos tomados de los portales web:Portal de Salta y Diputados Misiones.
Libro: Las damas del Rio de la Plata, de Silvia Baya Carranza.
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