Eran las 8 de la mañana del 20 de septiembre de 1955, un miércoles, cuando Juan Domingo Perón partió del Palacio Unzué hacia la embajada paraguaya, con su chofer Isaac
Gilaberte y el comisario Zambrino. Cuando llegó el embajador Juan
Chávez, por razones de seguridad Perón y sus acompañantes fueron trasladados a la
residencia, sugiriendo el diplomático que debería mudarse a la cañonera “Paraguay”, que estaba siendo
reparada en el dique A de Puerto Nuevo. Perón respondió: “Está bien, no
es a mí a quien toca decidir. Estoy en sus manos”.
Llovía y al entrar a la zona portuaria, el agua hizo parar el motor del automóvil diplomático y Perón, con su impermeable color crema, pidió auxilio a un
colectivero, quien los remolcó hasta que el coche arrancó. En el dique A lo esperaban los marineros
formados. Perón, desde 1954, era ciudadano honorario paraguayo con el
rango de General del Ejército.
El ahora ex presidente, habría llevado "dos
millones de pesos moneda nacional y 70.000 dólares” (según el historiador Joseph Page).
Queda la duda si, como contó Perón, el embajador del
Paraguay se puso a su disposición unos días antes (habría una carta del
diplomático Chávez), o actuó sobre la marcha de los acontecimientos. Mientras estaba en la cañonera, pensaba que no duraría mucho su exilio pese a que Raúl Bustos Fierro le dijo que sería “de imprevisible duración”, que quizás nunca regresaran.
Su exilio termino el 17 de noviembre
de 1972. No quiso una guerra civil. Prefirió dejar actuar al tiempo. Más allá de sus bravuconadas verbales, Perón, según Félix Luna, no era un hombre violento.... pero sus detractores si.