sábado, 30 de enero de 2010

Proclama del 18 de mayo

"(...). Acabo de participaros las noticias últimas conducidas por una fragata mercante inglesa, que habiendo salido de Gibraltar, arribó á Montevideo el 13 del corriente. Ellas son demasiado sensibles, y desagradables al filial amor que profesais a la Madre Patria, por quien habeis hecho tan generosos sacrificios. Pero que ventajas produciría su ocultación, si al cabo ha de ser preciso que apureis toda la amargura que debe produciros su inescusable conocimiento? Por otra parte es de mi obligación manifestaros el peligroso estado de la Metrópoli de toda la Monarquía, para que intruídos de los sucesos redobleis los estímulos más vivos de vuestra lealtad y de vuestra constancia contra los reveses de una fortuna adversa, empeñada por decirlo así, en probar sus quilates...
...Encargado por la Autoridad Suprema de conservar intactos y tranquilos estos dominios, he dedicado á tan justo, y tan interesante objeto todos mis desvelos y fatigas. Nada he omitido de cuanto he creído conducente, al desempeño de tan elevada confianza: vosotros sois testigos de que no me dispenso una alabanza á que no tenga justos y conocidos derechos; pero ni estos, ni la general benevolencia que os debo, y á que siempre viviré agradecido, me dispensan del deber que me he impuesto de que en el desgraciado caso de una pérdida total de la Península, y falta del Supremo Gobierno, no tomará esta Superioridad determinación alguna que no sea previamente acordada en unión de todas las representado nes de esta Capital a que posteriormente se reúnan las de sus Provincias dependientes, entre tanto que de acuerdo con los demás Virreynatos se establece una representación de la Soberanía del Sr, Don Fernando VII. Y yo os añado con toda la ingenuidad que profeso; que lejos de apetecer el mando veréis entonces como toda mi ambición se ciñe a la gloria de pelear entre vosotros por los sagrados derechos de nuestro adorado Monarca, por la libertad, é independencia de toda dominación extrangera de estos sus dominios, y por vuestra propia defensa, si alguno la perturba.
Después de una manifestación tan ingenua nada mas me resta que deciros, sino lo que considero indispensable á la conservación de vuestra felicidad, y de toda la Monarquía. Vivid unidos, respetad el órden, y huid, como de aspides los mas venenosos, de aquellos genios inquietos y malignos que os procuran inspirar zelos, y desconfianza reciprocas, y contra los que os gobiernan: aprended de los terribles ejemplos que nos presenta la historia de estos últimos tiempos, y aun de los que han conducido a nuestra Metrópoli al borde de su precipicio; la malicia ha refinado sus artificios de un modo tal, que apenas hay cautelas suficientes para libertarse de los lazos que tiende á los Pueblos incautos y sencillos. Todo os lo dejo dicho: aprovechaos si queréis ser felices de los consejos de vuestro Xefe, quien os lo franquea con el amor mas tierno y paternal. Buenos Aires 18 de Mayo de 1810.
Corbellini, Enrique. La Revolución de Mayo, T. II, p. 20.

miércoles, 20 de enero de 2010

La Reconquista

A mediados de julio comienzan a sucederse situaciones que dan muestra de que un complot se está gestando: centinelas que son atacados; rumores de que los sermones de los sacerdotes instan al pueblo a tomar las armas, etcétera. Hasta se conoce la existencia de un polvorín en el regimiento de Flores que no ha sido entregado a los ingleses y esta señal de alarma coincide con la información de que, en reuniones nocturnas, algunos civiles se ejercitan en el manejo de las armas. "En una ciudad tan extendida - dice Gillespie- era imposible observar o impedir las maniobras de la gente." El 2 de agosto, consigue deshacer al grupo de Juan Martín de Pueyrredón, que organiza una escaramuza en la Chacra de Pedriel.
Liniers había concentrado todas sus fuerzas y, después de organizarlas en Colonia, esperaba para eludir las cañoneras inglesas y así poder desembarcar. Logra hacerlo en el Tigre el 6 de agosto, y avanza bajo una fortísima lluvia a los Corrales de Miserere. El día 9 se les une Juan Martín de Pueyrredón; el otro jefe era Martín de Álzaga: los planes de estos tres hombres hicieron caer las ambiciones inglesas. Las dificultades para disponer de cabalgadura, alimentos y recursos, más la acción bélica sobre los soldados británicos abrieron las puertas a la deserción, hecho que debilitó la moral de sus fuerzas a punto tal que Beresford tuvo que imponer por bando la pena de muerte para los desertores.
Al llegar a los Corrales, íntima a Beresford a la rendición. El jefe inglés intenta hacerse fuerte en la plaza Mayor, Liniers avanza hacia el centro y a la noche acampa en Retiro, donde los pobladores entusiastas se suman a sus fuerzas. Un breve combate le permite recuperar el arsenal el 11 de agosto. Mientras se acerca a la plaza, el desenlace parece previsible: se impone el peso del número sobre la disciplina militar. El fuego intenso que parte de los techos de las casas siembra de cadáveres las calles, Beresford comprende que todo está perdido y ordena replegarse al fuerte e izar la bandera de parlamento. Según la tradición, Liniers entró al Cabildo para encontrarse con Beresford, que quiso entregarle su espada, gesto que el jefe de la Reconquista no admitió; la rendición, sin embargo, quedaba sellada. En las primeras horas de la tarde del 12 de agosto de 1806, el Regimiento 71 desfila entre soldados criollos y españoles.
Apenas cuarenta y ocho horas después de la capitulación británica, asoman las inevitables consecuencias. La cabeza de Sobremonte cae sin necesidad de forzar su destitución como virrey, y la presión popular para lograr su desplazamiento se encauza en el Cabildo, que lo reemplaza por Liniers, el hombre que había organizado la Reconquista y culminado con éxito la ofensiva final. Un teniente coronel británico señaló años después, en el juicio del general John Whitelocke, que en Buenos Aires "todos eran enemigos, todos armados, desde el hijo de la vieja España hasta el negro esclavo".

Luna, Felix."Historia integral de la Argentina"

martes, 5 de enero de 2010

Archivo General de la Nación (Argentina)

Para los que deseaban acercarse al Archivo General de la Nación durante este mes, va la aclaración que permanece cerrado hasta el 1º de febrero.
Los buenos propósitos de facilitar la investigación de aquellos que pueden acercarse al archivo durante el receso de verano, que lograron las autoridades anteriores, quedaron en algún cajón olvidados.

Mónica Muñoz. Presidenta de la Asociación Amigos del Archivo General de la Nación (Argentina)

http://www.amigosdelagn.org.ar/

sábado, 2 de enero de 2010

Las invasiones inglesas. Visiones.

El 8 de junio la expedición está frente a Montevideo y en la mañana del 25 las naves inglesas aparecen frente a Buenos Aires. El desembarco tarda unas horas y finalmente se concreta en la playa de Quilmes. En menos de cuarenta y ocho horas, las fuerzas inglesas ocuparon el fuerte. Al decir del historiador Busaniche "la ciudad prestó oficial acatamiento al monarca inglés", ya que Beresford, en su primera proclama, exigió al pueblo el juramento de fidelidad al rey Jorge III.
Apenas superadas las defensas, Sobremonte huyó hacia Córdoba pensando que allí podría organizar la resistencia y de paso salvar los caudales. Tardó tres días en llegar a la villa de Luján, y cuando los ingleses lo supieron no perdieron tiempo en resolver su persecución. Un capitán con treinta hombres salió el 3 de julio y volvió el 10, trayendo plata acuñada y en barras.
La reducción de impuestos tendería a ampliar el círculo de comerciantes que no desaprobaban la presencia inglesa. La implantación del libre comercio, como afirma Tulio Halperin Donghi, "era en verdad el núcleo de un nuevo pacto colonial". Pero estas medidas herían en el corazón de sus intereses a otros comerciantes y hacendados, ligados al sistema monopolista español. Los derechos de importación, que basta el momento eran del 34 % del valor de la mercadería, fueron reducidos a un 12,5 % para los productos ingleses y a un 17,5 % para los demás.
La fácil penetración desde Quilmes hasta el fuerte operó como un factor negativo para los ingleses, pues subestimaron la capacidad de respuesta y sobrevaloraron las fuerzas que eventualmente les permitirían prolongar la ocupación y asegurarla más tarde con la llegada de otros refuerzos. Una ciudad que no superaba los 40.000 habitantes, apenas preocupada por sostener materialmente su defensa y sin amenazas ciertas durante años, presentaba engañadoras apariencias de indefensión. Un capitán del ejército británico, Alexander Gillespie, que en 1818 escribió el relato de su experiencia americana, recordaría que cuando las tropas llegaron al centro de la ciudad, "... en los balcones de las casas estaba alineado el bello sexo, que daba la bienvenida con sonrisas y no parecía para nada disgustado con el cambio". Según el mismo testimonio, algunos criollos lo visitaban en su casa "para hacer el ofrecimiento voluntario de su obediencia al gobierno británico". Y añade que "los más de nuestros oficiales se alojaban en casas de familias particulares, que les otorgaban las más bondadosas atenciones que asentaron el cimiento de amistades recíprocas". En septiembre, apenas tres meses después del desembarco, en Inglaterra se tiene noticia y prueba palpable del éxito obtenido en el Río de la Plata cuando grandes carros que arrastran toneladas de pesos de plata son paseados por la ciudad de Londres y depositados en el Banco de Inglaterra.

Luna, Felix. "Historia integral de la Argentina".