jueves, 16 de septiembre de 2021

La Noche de los Lápices

En una nota escrita por S. Paz, éste se preguntaba por qué seguimos manteniendo el mito apolítico sobre La Noche de los Lápices, en el que varios jóvenes perdieron la vida cruelmente por reclamar el boleto estudiantil, en lugar de plantear el motivo real del secuestro, como fue la militancia política que desarrollaban, y cómo desafiaban e incomodaban al gobierno militar.
Dada la fecha de hoy (a 45 años de los hechos),y para evitar que lo recordado se transforme en una mera efeméride, creemos tan interesante como necesario divulgar que el relato instalado a través de films y libros, fue el resultado de una investigación periodística que instaló el “mito” del medio boleto como única causa del secuestro, tortura y muerte, donde los jóvenes fueron “chupados” por un grupo comando de la Policía de Buenos Aires por el simple hecho de reclamar. La historia narrada, tal como lo cuenta S. Paz, omitió deliberadamente la militancia política de los jóvenes desaparecidos, llevándonos a la dicotomía entre que es lo que “debemos” recordar como sociedad (el deber de la memoria) y lo que “podemos” recordar (el peligro de la memoria).
La película de Héctor Olivera no miente, pero cuál es la parte que falta para que podamos construir otra aproximación a la “verdad histórica”. Cada vez que se intenta abordar La Noche de los Lápices desde la politización dejamos atrás aquella versión del pasado reciente que sostiene que la sociedad se pretendía inocente y víctima, contribuyendo a la creación de un clima favorable al golpe, avalando la llegada de Videla al gobierno. De ahí, la idea de “víctimas inocentes” en donde “inocencia fue usado como sinónimo de apoliticismo. Su antónimo, el compromiso político, fue usado como sinónimo de presunción de culpabilidad” (S. Raggio;2006); esto se refleja aún hoy, en el “algo habrán hecho”. Este modo de narrar estuvo presente en el discurso público de los organismos de derechos humanos durante la dictadura y aún después, y se cristalizó en el prólogo del Nunca Más.
Sostiene E. Hobsbawm (1998), que el historiador es un “matador de mitos”, ya que son los principales productores de la materia prima que se transforma en propaganda y mitología. Hay “otros” sobrevivientes y familiares de desaparecidos que contaron sus experiencias y sus relatos sacan a la luz los motivos que tuvo la dictadura genocida para actuar como lo hizo, con un grupo de jóvenes que, no sólo reclamaban el boleto estudiantil, sino además militaban en política.
Emilce Moler, una de las sobrevivientes, declaraba: “No creo que a mí me detuvieran por el boleto secundario, en esas marchas yo estaba en la última fila. Esa lucha fue en el año '75 y, además, no secuestraron a los miles de estudiantes que participaron en ella. Detuvieron a un grupo que militaba, de una agrupación política. Todos los chicos que están desaparecidos pertenecían a la UES, es decir que había un proyecto político”. Gustavo Calotti, sobreviviente, expresaba: “Yo siempre digo que no hubo una sino muchas, y que no fueron seis los desaparecidos sino muchos más. Y que también sobrevivimos muchos otros. La versión de la película es un recorte en el que el símbolo vació al contenido. […]. En el relato "oficial" ni siquiera están los que dirigieron las luchas por el boleto”. Jorge Falcone dijo: “Mi hermana no era una chica ingenua que peleaba por el boleto estudiantil. Ella era toda una militante convencida […]. Ni María Claudia ni yo militábamos por moda. Nuestra casa fue una escuela de lucha. […] La construcción ideológica de María Falcone y de quien les habla no fue libresca. […] Nadie nos usó ni nadie nos pagó. No fuimos perejiles como dice la película de Héctor Olivera”. Y algo más: “Cuando se dio la película, yo fui llevado en andas con Pablo Díaz, el sobreviviente, del cine al Obelisco. Allí dije que mi hermana estaba en la clandestinidad con documento trucho, que respondía a una orgánica nacional revolucionaria. Eso puso a todos nerviosos. No querían escuchar esas cosas. (…) Mi hermana no era una Caperucita Roja a la que se tragó el lobo […]. Era una militante revolucionaria” (J. Falcone, 2010).
La historia oficialmente narrada, produce empatía en los alumnos y sociedad en general. Como gran parte de la historia argentina, es un cuento donde están perfectamente identificados los buenos y los malos, y el joven enseguida se identifica con el de “la inocencia”. El problema está en cómo lograr que los que nacieron en democracia superen el cuentito y se apropien de una historia que les permita comprender cuáles fueron los verdaderos motivos que llevaron al secuestro, tortura y muerte de los jóvenes de los setenta que luchaban por una sociedad más justa y no eran sólo idealistas, sino que llevaban a la práctica su compromiso social, trabajando tanto en las villas como en los Centros de Estudiantes.
Suponiendo que fueran activos guerrilleros, “Aun cuando ellos tuvieran pruebas de que todas las personas secuestradas habían participado en actos de violencia, la falta de juicio y de la sentencia condenatoria correspondiente, impide que la República considere a estas personas como responsables de estos hechos (…) Y es por eso, señores jueces, que de acuerdo con nuestra Constitución y con nuestras leyes (…) murieron y desaparecieron inocentes cada una de las personas que fueron torturadas y asesinadas bajo el sistema de terror implantado por los acusados” (Acusación contra las fuerzas armadas argentinas en el Juicio a los comandantes por parte del fiscal Julio Strassera).

Juan Carlos Ramirez Leiva

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